Un tipo amnésico y abrumado despierta desnudo en la bañera de un mugriento cuarto de baño. Una lámpara bamboleante (primer y académico uso de la luz, poderoso recurso que nos acompañará durante todo el film) dirige la acción entre la abisal oscuridad de una habitación de hotel y, tras regalarnos con sutileza un fogonazo de la bondad inherente a nuestro protagonista (por obra y gracia del binomio pez-pecera), los acontecimientos se desencadenan de manera torrencial: una llamada de teléfono, un cadáver, la necesidad de huir desesperadamente ante la acusación de asesino en serie…

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El prodigioso arranque de Dark City, su enérgica puerta de entrada, ya susurra al espectador la naturaleza especial de la semi-desconocida obra dirigida por Alex Proyas. Estrenada un año antes que Matrix, es sencillo dejarse arrastrar por la polémica que señala la inspiración carente de pudor del revolucionario film de los Wachowski en la pequeña maravilla que nos ocupa. Ambas comparten líneas maestras en el terrible descubrimiento que supone averiguar lo ilusorio del mundo en el que vivimos, lo desolador de descubrir que todo a lo que nos aferramos no pasa de decorado de cartón piedra, levantado astutamente por ciertos titiriteros.

Un mensaje sobre el que reflexionar, como metáfora perfectamente válida y vigente de nuestra propia realidad.

Pero Dark City es mucho más, estética y narrativamente. Su extraordinaria mezcla de géneros (noir, ciencia ficción) bebe de la inmortal Blade Runner de Ridley Scott, tótem absoluto del género, y la maestría del dúo Proyas-Tatopoulos a la hora de convertir a la ciudad en personaje capital del film es la base, el sustrato sobre el que se construye una obra tan especial. La metrópolis está viva, es familiar e irreal a la vez, y su oscuridad nos desafía, fascina e incomoda a cada paso. Mucho hay que agradecer al director de arte francés, en cuyo currículum figuran El Cuervo (también junto a Proyas), Seven o Pitch Black.

Hello darkness, my old friend…

Y, en perfecta coexistencia con misterio y frenetismo, la película nos regala una efectiva historia de amor, una de lucha encarnizada con el olvido a un lado del cuadrilátero y los sentimientos más bellos y profundos hacia otro ser humano en el otro.

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«If there was a man and a woman who were in love and maybe, let´s say, if by some strange procedure they could have their memories erased and they would re-meet, would they fall in love again?»

Dark City filosofa en torno a la esencia de lo que nos hace humanos, y nos deja solos en la búsqueda de nuestras propias conclusiones. Y ello, junto a su envoltorio único, la convierte en una joya olvidada, cómodamente oculta tras esa oscuridad que la define.

@Juanlu_num7

 

 

 

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