Una vez más, el buen tiempo llega a Madrid con la cita anual del cine germano. Obras experimentales, una infantil (aunque este año promete ser más familiar que infantil), históricas, cine en blanco y negro, con dos obras del maestro Fritz Lang (Espías -con orquesta incluida- y El testamento del Dr. Mabuse) y de terror es lo que encontraréis aquellos que os acerquéis al Palacio de la Prensa para disfrutar esta semana del festival.

En Beat4people acabamos de inaugurar esta vigésima edición. Aquí os iremos dejando, brevemente, nuestras impresiones.

13 de junio 2018

Ella & Nell

Acompañada del corto de animación a base de pinceladas digitales en continuo movimiento, Between bar, quizá a propósito por la búsqueda de compañía en un bar, Ella & Nell es la primera de las varias proyecciones que hemos disfrutado  este año.

Esta película de la berlinesa Aline Chukwuedo es un interesante experimento audiovisual en el que, sin apenas diálogo, las dos amigas (Stephanie Petrowitz y Kirsten Schlüter) se reencuentran a lo largo de una excursión por un bello y a la vez inquietante paraje.

Pero no es una placentera excursión. Cuando literalmente se dan cuenta de que están perdidas en la montaña, metafóricamente el espectador entiende que su amistad tampoco es lo que era hace años, cuando dormían en la playa. Un cambio de paraje y un gradual distanciamiento entre ambas amigas, de caracteres opuestos.

Esta compleja, psicológica y contemplativa película se podrá disfrutar, para aquellos que busquen algo nuevo en la gran pantalla, el sábado 16.

 

Das schweigende Klassenzimmer  (La revolución silenciosa)

Esta es una de esas películas que te abren los ojos. Que hacen reflexionar al espectador, y emocionarse. Basada en unos hechos reales y apenas conocidos, transcurre en la Alemania de 1956. Cuando faltan cinco años para la construcción del muro, una clase a punto de graduarse en una escuela soviética decide desafiar al sistema guardando un minuto de silencio por los contrarrevolucionarios húngaros que dieron su vida por la libertad.

Un minuto que cambió sus vidas, y las de sus familiares. Un minuto que les abrió los ojos y sus mentes. Algunos secretos saldrán a la luz, algunas lealtades se rompen, pero la amistad y, sobre todo, el afán por mantenerse libres, como librepensadores, por encima de cualquier sistema, permanecerá a partir de ese instante en el que, tras descubrir en una escapada de los cabecillas de la clase y mejores amigos a la Alemania occidental, la revolución en Hungría contra el invasor soviético.

La revolución silenciosa, dirigida por Lars Kraume (artífice del filme interactivo El veredicto que pudimos disfrutar en la pasada edición), me recuerda en cierto sentido a Dead Poets Society. Sin embargo, Mr. Keating, el profesor que enseña a tener criterio propio a sus alumnos, interpretado por el excepcional Robin Williams, es sustituido, con menos relevancia, por Edgar, un anciano que se resiste a la dictadura como puede, complaciéndose con escuchar la radio del sector oeste y ofreciendo su casa al grupo de heroicos estudiantes para que tengan un oasis de libertad. Ahí es donde forjan su revolución silenciosa no exenta de dudas, miedos y traiciones tanto entre ellos como consigo mismos. Elementos que, en el fondo, son comunes a cualquier otra revolución.

La dolorosa huida con la consiguiente separación familiar o la sumisión más humillante y servil son las dos únicas salidas que el destino les depara tras ser sometidos a duros interrogatorios, usando información clasificada sobre sus familiares.

Llevándose la merecida y unánime ovación del público por el guion y el excelente trabajo de unos actores con mucha proyección, por no hablar del meticuloso trabajo en cuanto al diseño de producción para recrear esos férreos años, La revolución silenciosa vuelve a España el 20 de julio para su estreno en cines. Sería un placer que más películas de este festival se estrenaran posteriormente en cines en España,  como sucedió  con la muy divertida, exitosa y sentida comedia Un conejo sin orejas.

La película que nos ocupa, y que definitivamente recomiendo, podrá volver a verse antes, en el marco de esta vigésima edición del festival alemán, el jueves 14 a las 17:00 horas. Es difícil elegir una como mejor película, (y más aun verlas todas), pero si tuviera que apostar, creo que sin duda sería esta. O al menos estaría en el podio.




14 de junio 2018

 Timm Thaler oder das verkaufte lachen                                                            (Timm Thaler o el niño que vendió su risa)

El día no podía empezar de mejor manera. Una fábula muy del estilo Roald Dahl e incluso con ingredientes «dickenianos», es lo primero que se me venía a la mente durante el visionado de Timm Thaler oder das verkaufte lachen (Timm Thaler o el niño que vendió su risa). Este año, la película dedicada al público infantil (que como siempre he degustado con las risas y el asombro de los más pequeños, algo que siempre le saca a uno una sonrisa), ha sido diferente. Mágica, con mucho humor, aventuras y una moraleja sobre el valor de la amistad y la familia, lo que de verdad importa, frente al consumismo y materialismo desenfrenado.

Se trata de un cuento visual muy bien realizado, con todo lujo de detalles en la ambientación entre la zona rica y la zona pobre de una ciudad, (muy de Wes Anderson, poro cierto). Como si todo transcurriera en un teatro caricaturizado y recargado sin cortes entre escenas, con un acertado ritmo que sabe ser trepidante en ocasiones y pausado cuando la narrativa lo pide.

Los actores, especialmente los dos protagonistas Arved Friese («Timm Thaler»), Jule Hermann («Ida Bebber», la íntima amiga de Timm) y el antagonista Justus von Dohnányi (el Diablo caracterizado como el inmensamente rico «Baron Lefuet») sin olvidar los personajes animados en el papel de esbirros del Baron Lefuet que acabarán posbilitando la redención de Timm, completan las piezas de esta obra familiar que, al igual que pasa con las buenas películas de Pixar, adultos y niños disfrutarán por igual.

Merece la pena seguir de cerca a este reparto, al director Andreas Dresen y al guionista
Alexander Adolph, responsable de adaptar la novela de James Krüss a la gran pantalla. Esperemos que cunda el ejemplo y se hagan más películas de este estilo para el insaciable y muy fiel público infantil-juvenil.

De momento queda un pase más de Timm Thaler o el niño que vendió su risa, y del simpático corto de animación que precede al filme, (Rouff), sobre un ilustrador y su inspiración en forma de muñeco de papel, en la presente edición del festival de cine alemán este año: mañana viernes 15 a las cinco de la tarde.

15 de junio 2018

 Der Mann aus dem Eis (El hombre que salió del hielo)

Compleja película documental por la localización, un bello y a la vez duro paraje de alta montaña, intacto siglo tras siglo al que solo con gran esfuerzo se puede llegar para sufrirlo y admirarlo a partes iguales.

Der Mann aus dem Eis (El hombre que salió del hielo)nos traslada al mundo de la prehistoria. A la vida de nuestros ancestros, tal cual debió ser a raíz de lo que los antropólogos han ido descubriendo en cuevas o, como en este caso, bajo el hielo. Un sentido homenaje a Otzi, el hombre de los hielos, mostrando en un continuo movimiento de cámara (y complejo, por lo tortuoso del terreno) los ingredientes de lo que era entonces la existencia humana: la violencia, el honor, el amor, la soledad… Parámetros muy vigentes que, aunque llevados al límite,  sirvan para ilustrar nuestro actual modo de vida. Remata esta espectacular obra una intensa fotografía más una combinación entre el sonido ambiente de la fauna salvaje, el viento o los ríos y la banda sonora compuesta por algunos acordes  de cuerda que refuerzan la tensión junto a una primitiva flauta (música intradiegética que en un momento dado es  tocada por una de las mujeres protagonistas).

Si se tiene la oportunidad de verla, es muy recomendable tanto por su estudio antropológico como por el reto audiovisual (uso de un idioma primitivo, complejidad técnica y a nivel artístico, etc.) que supone esta valiente película.

 

16 de junio 2018

NextGeneration Short Tiger 

La selección de cortos este año, a cargo una vez más de German Films y el FFA (Instituto Alemán de Cinematografía), ha resultado ser de gran calidad. Entre cortos de animación, crítica social y comedia nos ha permitido disfrutar de una cosecha inesperadamente atractiva de obras de nuevos realizadores germanos que sin duda dan un prometedor futuro a su industria audiovisual.

Una vez más, hay que aplaudir iniciativas como esta para dar salida al mundo del cortometraje, tan machacado e infravalorado. Otro de los agredidos aciertos del este festival es el poner cortos antes de algunas, bastantes, de sus filmes. Es de desear que cunda el ejemplo en salas comerciales, donde deberían poner trailers y uno o dos cortos en vez de tanto anuncio. Quizá llegando a acuerdos con un único patrocinio y/o escuelas audiovisuales tanto públicas como privadas.

 

El Capitán (Der Hauptmann) 

 En este festival es costumbre volver la vista al turbulento pasado germano de la II Guerra Mundial y al Berlín ocupado de la Guerra Fría. Sin miedos ni reparos, aino más bien como un recordatorio de la barbarie para intentar que no vuelva a suceder. En esta edición, con La revolución silenciosa y esta película que nos ocupa, El Capitán, han cumplido un año más.

Valiente largometraje en blanco y negro sobre otro hecho igualmente verídico y poco conocido. Willi Herold (Max Hubacher), un soldado raso con hipotermia y perdido tras huir de su maltrecho pelotón de un ejército nazi en situación agónicamente desesperada se topa con un coche abandonado en una cuneta. Husmeando en su interior, como una señal del destino, encuentra un uniforme de capitán. Sin dudarlo, decide cambiar su identidad.

Volviéndose uno de los nazis más fanáticos y salvajes, va reclutando hombres hasta formar un pelotón peculiar con el que pretende llevar a cabo una misión ultra secreta encargada por el mismísimo Führer: juicios sumarísimos en campos de concentración con prisioneros que no le sirven al III Reich y recuperar el control de aquellos territorios que van perdiendo por el avance de los aliados.

Sin miramientos, y para el horror de otros nazis, por más hipócrita e increible que pueda parecer, va fusilando sin miramientos en busca de recuperar «el honor» del pueblo alemán. Sin embargo, al ser descubierta su suplantación de identidad, es perdonado en el juicio militar al que le someten: en el fondo no ha actuado contra el III Reich y ha mostrado una valía y dotes de mando suficientes para liderar hombres en el frente. Seguirá libre hasta que finalmente es capturado por la marina británica.

Con un estupendo diseño de producción y una fotografía de altos contrastes en blanco y negro se nos muestra toda la crudeza de la guerra y de los campos de concentración como un documental pero desde dentro, sin cortes, entrevistas o cámaras omnipresentes. El único detalle a color refuerza más el horror de este periodo. Se trata del terreno, en parte quemado, donde se situaba el Campo III (dónde actualmente solo queda un ladrillo como huella).

En los títulos de crédito, con gran acierto, se incluyen imágenes del auténtico Willi Herold y sus hombres, en su coche, con la pintada «juicios express».

Espías (Spione) 

Como en pasadas ediciones, el gigante alemán Bertelsmann presenta uno de los clásicos del cine mudo alemán, restaurado gracias a las varias copias encontradas y con música en directo. Esta vez le toca el turno al genio del expresionismo alemán Fritz Lang (que hace doblete con la película que cierra esta edición), Espías (Spione).

De más de dos horas de duración, bien se puede decir que se trata de las primeras películas de acción y del género de espías, con muchos decorados y unos efectos y movimientos de cámara impactantes para la época (1927). Incluso el guion es perfectamente actual, mostrando que ya desde principios del cine como tal la industria germana dominaba el medio.

La idea del acompañamiento musical es buena, aunque quizá abusen del sonido  electrónico (al menos para mi gusto), siendo preferible algo más clásico acorde presumiblemente con la versión original. Eso sí, el suspense y el ritmo va acorde con lo que vemos en pantalla, algo que no es nada fácil y requiere sin duda de un buen ensayo previo para acompañar esta magnifica muestra del cine de espías del prolífico periodo de entreguerras.

 

17 de junio 2018

El Carillón (Windspiel) 

Esta última jornada la inicio con una película que ya desde el primer vistazo al calendario de proyecciones tenía fichada. El Carillón (Windspiel), que se encarna dentro de la faceta del «realismo social» del festival, nos muestra una entrañable relación entre un viejo lobo de mar varado y misántropo con A., quien llega a convertirse en su joven grumete. Los dos se encuentran cuando el joven A., procedente de una familia rota, escapa de un internado donde tratan de rehabilitar a los jóvenes conflictivos o inadaptados.

Sin apenas necesidad de hablarse, ambos entablan  una peculiar relación que, lejos de caer en sentimentalismos, busca la libertad de cada uno mientras, de alguna manera, se protegen, haciéndose compañía.

En toda la película, primera obra del director y guionista Peyman Ghalambor como parte de un proyecto de fin de carrera, apenas hay diálogos, música (la banda sonora es un  perfecto amalgama de sonidos industriales y de la naturaleza salvaje de Brandenburgo, marco en el que transcurre la historia) ni efectos especiales. Absolutamente realista, Peyman ni siquiera quiere apenas dirigir nuestra mirada con la cámara. Apenas hay cortes o planos intencionados salvo aquellos pocos en los que sí le interesa destacar los sentimientos de los personajes o detalles que marcarán sus rumbos. Como el carillón al viento cuyo sonido parece despertar la conciencia de A. cual metáfora del despertar y tomar las riendas de uno mismo.

En definitiva, se trata de una película intimista, un relato social con cierto mensaje contra el más puro materialismo y rigidez a la que poco a poco nos vamos viendo abocados.¿Conseguirá A. sobrevivir en la intemperie, siguiendo su propio camino? Sería una pregunta interesante para el propio Peyman, quien podría armar una trilogía con esta premisa. A lo Boyhood.

 

El testamento del Dr. Mabuse (Das Testament des Dr. Mabuse) 

Esta obra maestra de Fritz Lang de 1932 es una de las dos elegidas para cerrar el Festival (la otra, que por lo apretado del calendario no he podido ver, es el roadtrip 303).

Como secuela de Dr. Mabuse, el jugador, resulta un directo mensaje del horror que estaba por venir, un aldabonazo contra los regímenes totalitarios que atenazaban la Europa de entonces (y que bien puede servir de aviso hoy en día). Enmarcada dentro del Ciclo Angst , el ojo de Fritz Lang sabe tenernos en vilo todo el metraje mediante el dominio de las sombras y luces más un montaje muy avanzado para la época (solo unos tramos de vertiginosa acción, al final, pueden considerarse «anticuados» por el efecto de aceleración de lo grabado, el resto del filme apenas tiene que envidiar a las buenas películas consideradas «de culto»).

La estructura narrativa, obra del propio Fritz Lang junto a Thea von Harbou (basándose en las novelas de Norbert Jacques), esta repleta de giros, apenas dejando tiempo para parpadear al espectador mientras va desentrañando, junto al inspector Karl Lohmann (Otto Wernicke), quién se esconde tras el malvado Dr. Mabuse  (Rudolf Klein-Rogge).

Como el resto de su obra, esta película demuestra por qué a Fritz Lang se le considera uno de los más grandes cineastas del siglo XX. Sin duda nos ha dejado un gran legado para aprender y disfrutar del séptimo arte.

Por mi parte, como seguidor del género de terror y policíaco, no podía cerrar este año el festival de otra manera.

BAJANDO EL TELÓN

Todo llega. Caído el telón, toca abandonar las salas de los cines Palacio de la Prensa tras el fin (pensando en la cosecha del 2019). Es el momento de decir, para mi (recuerdo que hay en la web un premio del público), cual ha sido la mejor película. No considerando las dos de Fritz Lang (homenajes a su prolífica carrera), elijo La revolución silenciosa. Y después, entre las más «experimentales» y como mención de honor, El Carillón. Ha sido una decisión difícil, porque todas, incluidos los cortos del NextGeneration Short Tiger y por supuesto la infantil Timm Thaler o el niño que vendió su risa, tienen mucha calidad y algo que extraer como películas. Pero ha sido la que quizás más me haya marcado. Tengo curiosidad por ver cual es la elegida por la gran cantidad de público asistente a estas jornadas.

Gracias a todo el equipo del Festival de Cine Alemán por dejarnos disfrutar, año a año, de buen cine con géneros tan variados. Y gracias al público (y a nuestros lectores) por responder tan bien a estas iniciativas. Ha sido un verdadero placer. Nos vemos el verano que viene, y espero que muchos más. Siempre nos quedará la plataforma Filmin, uno de los colaboradores, donde se pueden disfrutar algunas de las películas seleccionadas.

 

 

 

 

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