Tocar fondo desde una pérdida total y absoluta de la fe en todos sus enfoques posibles para acabar resurgiendo con la ayuda del círculo más cercano: la tercera temporada de Daredevil deconstruye a su protagonista, para reconstruirlo después episodio a episodio y en permanente coqueteo con una oscuridad ajena a las férreas convicciones de Matthew en sus inicios. Tras la infame adaptación a la pantalla grande de 2003, Netflix ha obrado con el diablo de Hell´s Kitchen un milagro similar al que Frank Miller perpetrara en 1986 gracias a su inmortal Born again.

Le ha devuelto la dignidad, a base de una dosis ingente de respeto y de un excelente trabajo artístico.




Narrativa, fotografía, interpretaciones (el trío Cox-Henson-Ann Woll repite el alto nivel sostenido desde el inicio del proyecto) y las mejores escenas de combate de la serie, con una fisicidad y contundencia muy pocas veces vistas tanto en televisión como en cine (Gary Steams al frente como coreógrafo), se combinan en un engranaje que coronan unos villanos a la altura de las circunstancias.

A la altura, o incluso por encima de ellas.

Se agotan los adjetivos para calificar con justicia el trabajo de Vincent D´Onofrio, que encarna de nuevo a un Wilson Fisk que comparte focos y protagonismo con el propio Murdock. La intimidante presencia de D´Onofrio y su poderoso trabajo tonal dan forma a un Fisk que llega a lograr enternecer al espectador en ciertos momentos del primer tramo de la temporada, con sus discursos con el amor como piedra filosofal de su existencia y su disfraz de cordero degollado.  Cuando poco a poco se va desvelando el plan maestro de Kingpin, una intrincada tela de araña tejida por el capo durante años, el genio criminal del monstruo se desatará en todo su aterrador esplendor. Y la sensación de tensión y peligrosa volatilidad de un Fisk que parece contener a duras penas a la bestia que anida en su interior será otro excelente logro de un D´Onofrio en estado de gracia.

Enriquecen y mucho la trama las incorporaciones de Jay Ali como el agente Nadeem y, sobre todo, la de Wilson Bethel y su Benjamin Poindexter, cuya génesis y caída imparable al fondo de un oscuro abismo que siempre estuvo en su cabeza nos dejan un capítulo maravilloso en planteamiento y ejecución: ese viaje por la infancia de Dex con Fisk como testigo silencioso, relamiéndose ante lo que planea conseguir del sujeto de estudio.

11 minutos de brutal plano secuencia en el tercer capítulo (un clásico de la serie que nunca voló a estas alturas), deliciosos duelos interpretativos como el de la visita de Karen Page a Fisk en su ático, las batallas de Murdock contra cierto impostor vestido con una réplica de su icónico traje rojo, en un guiño a Born again (uno de los pocos, muchos menos de los esperados): la tercera temporada de Daredevil está plagada de momentos inolvidables que abrochan un excelente producto televisivo.

Uno que, dejando de lado su amor o aversión al personaje o al género superheroico, nadie debería perderse.

@Juanlu_num7

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