Heredera de Saw, Escape Room, con vías a ser una nueva saga del terror más cruel e inaudito jamás ideado por una mente humana, ya está en nuestras pantallas con su segunda entrega (Escape Room 2: Mujeres por salir). En esta ocasión, los que se salvaron en la partida inicial están dispuestos a ir a por Minos, la empresa responsable de este macabro juego, pero pronto se verán inmersos en otra partida, con otros jugadores que a su vez fueron únicos supervivientes de una aparentemente eterna pesadilla en bucle.
De cazadores, con toda la intención de saltarse las reglas, a presas, en una partida que amenaza con ser a escala global.
Una partida en unos escenarios que, como recalcan los productores y el propio director, Adam Robitel, han cuidado mucho, en estrecha colaboración con el equipo artístico, para crear distintas salas, abiertas, sin aparente peligro, con elementos móviles que en cualquier momento desatan el caos.
“El truco está en encontrar localizaciones con gran valor, donde se puede identificar claramente el peligro pero que también parezca un escape room a efectos prácticos” dice Robitel.
“Me quedaba despierto por las noches pensando en formas de despachar a los personajes” admite Edward Thomas, diseñador de producción y ganador de un BAFTA. “Pero no solo yo. También lo hacían los diseñadores de rodaje, los artistas conceptuales… todos nos reuníamos para averiguar cómo hacerlo. Diseñar esta película es algo complicado. Hay muchas partes móviles que pueden ser peligrosas si los actores o las cámaras no están en su sitio. Hay muchas cosas ocurriendo a la vez, así que tiene que ser como una máquina bien engrasada. Estas habitaciones son asesinas”.
“Además del reparto, (encabezado por Taylor Russell y Logan Miller), las habitaciones son las estrellas de la película” dice Karina Rahardja, una de las productoras ejecutivas. “Son impactantes y preciosas, aunque también letales. Eso es algo que la gente no ha visto antes”.
La película de Robitel puede considerarse un “fan service” para los enamorados de este tipo de juegos en alza, mezclando pruebas físicas con pruebas de inteligencia, combinándolas de tal manera que en ningún momento del metraje baja la tensión ni el ritmo.
El punto fuerte, los efectos visuales y el ingenio de las pruebas para unir toda la trama, rodeando de tal forma a los personajes que, una vez fuera del cine, te hace mirar a todas partes como si uno mismo estuviera en un escenario.
De hecho, el propio espectador debe jugar con los actores a lo largo de todo el metraje, ya que se van dejando pistas para componer el puzle final de toda la trama, hilando todo.
Conseguir generar tensión en espacios idílicos, y aparentemente inocentes, seguros, es otro de los aciertos del filme, como ya he comentado.
El punto débil, como suele pasar con este tipo de películas, es la poca empatía que se llega a alcanzar con la mayoría de los personajes, si bien en este caso hay una buena base de la que puede salir una historia conmovedora, no exenta de sorpresas, entre los supervivientes, reforzando el conjunto de la saga. Habrá que esperar a ver cómo evolucionan los protagonistas, entre tensiones y acertijos, para ver si finalmente logran dar con la puerta de salida y superar el juego o se topan con el temido “game over”, cayendo en las garras de los hábiles y poderosos psicópatas detrás de Minos.
Confiemos en que no se haga real, aunque la realidad, como se vio en los atroces actos criminales del «pizzabomber» (cuyo caso, anterior a la saga Saw, podéis escuchar aquí), puede superar a veces la ficción. Así que, cuando entréis en un Escape Room, cuidado en donde os adentráis.
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