«Por eso la gente no debería hacer planes: si no tienes un plan, nada puede salir mal.»
La apertura de «Parasite» es ya un potente anticipo del mensaje en torno al que la película maniobrará durante buena parte de su metraje: esa ventana del hogar de los Kim ubicada a ras de calle, única vía de entrada de luz y ventilación para la jaula escasa de dignidad y salubridad en la que malviven los 4 miembros de la familia.
Cuando más adelante se nos muestre la casa de la familia Park, digna de figurar en portada de la más lujosa y exclusiva revista de arquitectura y decoración, quedará claramente trazada la línea roja de separación entre clases que aleja económica y socialmente a los dos linajes protagonistas del film.
Este planteamiento ejercerá de botón detonador según nos adentremos en el tramo final de la obra, cuando su naturaleza de comedia negra con tintes de cine de atracos enfile sin remisión la transición hacia el horror, convirtiendo el suntuoso escenario en el que hemos monitorizado la planificada toma de control de la casa de los Park por parte de la familia Kim en una sangrienta y dantesca escena del crimen.
El maquiavelismo y la picaresca de unos, metamorfoseados en explosivo y diabólico rencor ante el elitismo social de los otros (en un escenario de profundos desequilibrios económicos), desencadena la furia, con Bon Joon-Ho huyendo de discursos maniqueos en dicho proceso de gestación.
Una película brillante y camaleónica, divertida en ciertos pasajes y que invita a la vez a la reflexión, con la fotografía de Kyung-Pyo Hong ejerciendo de perfecto apoyo para guión y dirección a la hora de remarcar los contrastes y llevarnos de forma sosegada por la trama, hasta el furibundo clímax.
Una maravilla que navega entre géneros con maestría.
@Juanlu_num7
Para comentar debe estar registrado.