Esta dramática psico-comedia argentina, un género que claramente dominan a excepción de maestros como Woody Allen, tiene muchos ingredientes para cosechar un nuevo éxito en taquilla, hito cada vez más harto complicado.
Prácticamente todo sucede en El Cenáculo, un escondido restaurante ubicado literalmente en las ruinas de un templo gótico y cuya puerta se haya camuflada en un muro grafiteado, creando una atmósfera ajena a la realidad.
Quienes, consciente o inconscientemente, vienen a degustar su última cena acaban expiando sus pecados en la única mesa, cambiante según las necesidades de los comensales, situada frente al altar. O en el confesionario, ahora ejerciendo de servicio para una sociedad que va perdiendo los valores morales.
Comensales que son espiados, no solo por nosotros, los espectadores, sino por las cámaras de seguridad de El Cenáculo, para ¿deleite? de los peculiares dueños con vidas vacías, ocupándolas con las micro historias que suponen cada una de las cenas, componiendo un relato cargado de simbolismos, giros de guion y con más de una nota de humor ácido.
Si A Contra Corriente Films difícilmente se equivoca con el cine que nos trae. Bajo su sello de Sherlock Films en esta ocasión, El espejo de los otros no va a ser una excepción. Marcos Carnevale ha logrado forjar los cuatro pilares necesarios para sacar una buena película: guion, dirección, ambientación y actuación, reforzado por un acertado ritmo en el montaje. Recomiendo no ver ningún tráiler para entrar, como “voyeurs”, y dejarnos sorprender por los vericuetos de una historia que muestra todo un rosario de sentimientos: envidias, egoísmos, engaños, tristezas, anhelos de esperanza o añoranzas de tiempos mejores.
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