La tarea era titánica, y de consecuencias difícilmente predecibles: una secuela para una obra incomprendida en su tiempo (además de brutalmente adelantada a él) y convertida con el paso de las décadas en una joya de culto, un mito para varias generaciones que dejó sembrados enigmas varios que su trama jamás pretendió esclarecer.

Y una obra que, ante todo, nunca demandó continuación.

Pero nada de ello amedrentó a Denis Villeneuve ni a Hampton Fancher (ya presente en el clásico de Ridley Scott) a la hora de co-escribir Blade Runner 2049, para invitarnos a emprender de nuevo un apasionante viaje por las entrañas de la ciencia-ficción más compleja, filosófica y sesuda. Una suerte de subgénero con escasos adalides en los últimos tiempos (sobresalen casos como el de «Ex-Machina» de Alex Garland o «La llegada», dirigida por el propio Villeneuve) y alejado de los gustos imperantes en las taquillas de las salas. Porque a Blade Runner 2049 bien podría aguardarle un tránsito vital similar al de su hermana mayor.

Uno que comienza en la incomprensión e infravaloración, para terminar aupada a la eternidad.

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Cierto es que el film no arroja claridad alguna sobre muchas de las preguntas que dejó tras de sí la película de Scott, más bien plantea algunas nuevas ecuaciones cuyas incógnitas quedan pendientes de despejar a su conclusión. Abrigada en la guerra oculta entre dos facciones por el control del primer replicante nacido de forma natural, la historia parece concebida para funcionar como pieza de un engranaje mayor, el primer escalón de una posible trilogía.




Y, tras la gran trama subyacente y estructural, los dilemas existenciales presentes en un hierático e inescrutable Ryan Gosling, ansioso en el intento de canalizar ambiciones vitales que por su naturaleza artificial no debieran corresponderle. Desde la magnífica secuencia inicial hasta su relación con Joi (gran trabajo de Ana de Armas), heredera clara de la estupenda Her (Spike Jonze, 2013), el guión construye el bellísimo viaje de K en busca de respuestas, similar en su naturaleza al que emprendiera Roy Batty en la obra de 1982.

Y no empleamos el adjetivo bellísimo al azar, porque la dirección de arte y la fotografía del film (con Roger Deakins al frente de la última, un maestro con Fargo, Cadena Perpetua, Pena de Muerte, No es País para Viejos o Sicario en su haber) nos regalará estampas embelesadoras, con distintas luces y tonos (distintos mundos, en realidad) y líneas angulares y de decandente art decó en ciertas construcciones, en contraste brutal con la distopía tecnológica de otras.

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Blade Runner 2049 es arte en estado puro, además de orgullosa heredera de su hermana sin apellido numérico (http://beat4people.com/index.php/2016/01/27/blade-runner-el-simbolismo/). Y bajo dicha consideración debemos disfrutarla, recomendarla y seguir su evolución.

@Juanlu_num7

 

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