Director de compañías de teatro, amante de la enseñanza en la rama de la interpretación y del avistamiento de aves, acostumbrado a encarnar roles secundarios despojados incluso de nombre propio en los guiones de los rodajes, y antitabaco beligerante desde que dejara el vicio 18 años atrás: nadie aventuraría jamás que tras este perfil, tras la figura de William B. Davis, anidara uno de los villanos más icónicos de la historia de la televisión. Uno en simbiosis eterna con un pitillo, para más inri.

Ni siquiera su creador Chris Carter era capaz de ver más allá, mientras la inmortal serie daba sus primeros pasos…

En aquella escena del episodio piloto, con la agente especial Dana Scully asumiendo de sus superiores un nuevo destino como ayuda/estorbo de Fox Mulder en los expedientes-X, participaba un siniestro personaje apoyado con cierta desidia sobre un mueble archivador, que observaba los acontecimientos sin articular palabra mientras apuraba un cigarrillo. El guión de aquel piloto de 1993 se refería al rol de Davis como «the Cigarette Smoking Man», ninguna novedad en un currículum plagado de este tipo de incursiones de bulto (entre las que se contaba previamente otra como «doctor» en Macgyver). Y no volveríamos a ver al intrigante individuo hasta el último capítulo de la 1ª temporada, de nuevo sin una sola línea de diálogo.

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Con todo, algo en el personaje irrelevante de Davis, en su manera de observar impertérrito y poderoso a la vez los acontecimientos, transmitía una peligrosidad maquiavélica sin necesidad de exigir esfuerzo alguno a sus cuerdas vocales. De qué no sería capaz con una mayor relevancia en las tramas…

Y la oportunidad llegó fuera de los planes preestablecidos, con el embarazo de Gillian Anderson durante la 2ª temporada. En su ausencia, Carter y su equipo de guionistas se vieron obligados a cubrir la ausencia temporal de Scully dotando de mayor peso a algún otro personaje, siendo «the Cigarette Smoking Man» el elegido.

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William B. Davis había aterrizado definitivamente en la serie, para quedarse.

Su respuesta fue tan portentosa que de aquella decisión condicionada nacería la némesis de Mulder y Scully, un titiritero de gobiernos que maneja los hilos desde las sombras y a su antojo, dejando siempre un halo de humo tras de sí. Decía Davis que, en una charla con Carter, se erigió en defensor a ultranza de su amado personaje ante la escueta definición de «destructor» utilizada por el creador, guionista, productor y director ejecutivo de la obra. El actor siempre vio en «el fumador» a un hombre que un día creyó que podría hacer del mundo un lugar mejor, a un héroe que protege a la opinión pública de información que jamás sería capaz de asimilar, a una figura que consagró su existencia a salvar del caos a toda una sociedad.

El epítome de la fusión actor/papel…




Temporada a temporada, capítulo a capítulo, secuencia a secuencia, el villano de Expediente-X acabó convirtiéndose en uno de los roles más poderosos y fascinantes de la trama, y con los años presenciaríamos su auge, caída, e incluso humanización.

Con voz o sin ella, pero siempre fumando y exhalando su humareda en las más recónditas y oscuras sombras del sistema.

@Juanlu_num7

 

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