Como os decíamos hace unos días, el libro de nuestra colaboradora Cristina Aloise ha visto la luz y ya está disponible en Amazon (enlace).
Cristina desea compartir con vosotros algunos capítulos de su libro. Esperemos que os gusten.
6. La casa de su sueño
Llevaba dos meses con Lira. La cosa iba bien. A veces demasiado. Vivía como en una nube. Como no hacía mucho de mi fracaso amoroso no quería ilusionarme demasiado, por lo que pudiera pasar.
Un día me llamó Lira. Dijo que quería verme para contarme algo. Le dije que viniera que estaba en casa. Cuando llegó me empezó a contar una historia algo rara.
Había tenido un sueño, se veía en una casa, en una habitación que parecía una sala. En principio estaba sola pero empezó a escuchar unos ruidos. Parecía que hubiera alguien más, pero ella no veía a nadie.
Los ruidos se hicieron más cercanos. Ella se asustó, intentó escapar. Había una puerta y se dirigió a ella, la abrió. Al otro lado no había nada. Entonces empezó a caer como en un precipicio y se despertó.
Hasta ahí todo normal, pero lo que contó a continuación era cuanto menos extraño.
Esa mañana había ido a comprar un mueble para su casa y al pasar por una calle, había visto la casa de su sueño. No se lo podía creer, pero estuvo un rato parada enfrente y no tuvo dudas. Era la misma. Parecía que no vivía nadie. Las persianas estaban bajadas y tenía ese aire de abandono que tienen las casas deshabitadas.
Le dije que su imaginación le podía haber jugado una mala pasada. Quizá podía haber visto la casa en alguna película o documental de la ciudad, o que hubiera pasado por allí anteriormente y se hubiera fijado en ella, podía ser una simple coincidencia.
Lira seguía diciendo que no recordaba haberla visto antes en ningún sitio y que tenía que ser esta.
Al día siguiente, me llamó Mateo:
-¿Estás en casa?-.
-Sí- contesté.
-¿Te importa si me paso por ahí? Quiero contarte algo-.
-Vale, yo estoy libre-.
Cuando llegó, nos pusimos unas copas y él además se hizo unos tiros.
-Bueno ¿de qué querías hablar?-.
-Mira, tío, me ha pasado una cosa que me tiene mosca. He tenido un sueño…-
En cuanto comentó “me puse mosca”, yo también. Sentí algo así como un déjà vu.
Él siguió -Estaba en una casa, en una habitación que parecía el salón, estaba solo o eso creía. Empecé a escuchar unos ruidos pero no veía a nadie. Los ruidos se iban acercando. Quise escapar. Había una puerta, la abrí y entonces empecé a caer como en un precipicio y desperté-.
-Pero …- continuó Mateo -esto no es lo raro. Esta mañana fui a ver a un colega y me paré a tomar un café. Me senté en una mesa al lado de la cristalera mirando hacía la calle y allí estaba, enfrente de mí, la casa con la que había soñado. ¿No te parece raro?- me dijo.
-Pues sí, me parece rarísimo y no por lo que me has contado…- me paré, no sabía si contarle que a Lira le había pasado lo mismo.
-¿Por qué dices eso?- preguntó.
-No sé si contártelo, aunque no creo que a Lira le importe-.
-¿A Lira? ¿Por qué?-.
-Pues porque ayer ella me contó exactamente lo mismo que tú. Primero el sueño, luego que pasó justo al lado de la casa al día siguiente. Lo que no sé si la casa con la que soñasteis es la misma-.
Me miró raro -¿Es verdad eso?-.
-Y luego, tropezaros con la casa del sueño es como la telepatía pero de sueños. Podría ser una conexión de vuestro inconsciente, pero nunca he visto un caso igual, a no ser que me estéis gastando una broma-.
-No, no, nada de eso- dijo. Luego se metió otra raya.
Parecía bloqueado. No encontramos explicación, decidimos no darle más vueltas de momento. Mateo se fue, ya era tarde.
Me llamó Lira para darme las buenas noches y decirme que me quería -nos vemos mañana-, colgó.
No la mencioné lo que me había contado Mateo. No era el momento. Me fui a la cama. Al día siguiente tenía que salir temprano.
No suelo poner el despertador. Tengo como un reloj en mi cabeza y me despierta sin necesidad del despertador.
Esa mañana me levanté y no sabía cómo tomarme lo que me había pasado. Sí, precisamente eso. Había tenido “el sueño”, el mismo que Lira y Mateo. Ya eran muchas casualidades. La explicación que se me ocurrió darle es que me había dormido dándole vueltas al tema y por eso lo había tenido. Pero ¿el mismo? ¿paso a paso? ¿se estaba convirtiendo en un sueño viral?
Desayuné, me vestí y salí. Tenía que hacer un par de cosas. Cogí el coche, pasé por una calle, por la que tenía que pasar para llegar a donde iba. Estaba distraído con mis pensamientos, conduciendo a poca velocidad, giré la cabeza, no me lo podía creer. ¡Allí estaba la casa! ¿Sería esa casa la misma casa con la que habían soñado Lira y Mateo?
Estaba dispuesto a salir de dudas.
Cuando Mateo me había contado su sueño pensé que podían estar gastándome una broma entre los dos. Ahora sabía que no.
Llamé a Mateo y a Lira. Quería quedar con los dos en casa y hablar sobre el sueño que los tres habíamos tenido. Quedé con ellos, nos veríamos a las 6 de la tarde o lo que es lo mismo las 18h p.m. No les dije para que quería verlos, simplemente que vinieran. Así quedamos.
El primero en llegar fue Mateo. Se sentó en el sofá y me preguntó de qué iba todo esto. Le dije que esperase a que llegase Lira -¿es por lo del sueño?- preguntó.
-Sí, pero espera a que llegué y os cuento. Es algo que os interesa a los dos-. Le contesté.
-¿Quieres beber algo mientras?- le pregunté.
-Vale, una birra que esté bien fría.- contestó.
Saqué dos y me senté junto a él. Enseguida llegó Lira.
-¿Para qué es la reunión?- dijo Lira.
-Siéntate, ahora os cuento-. Estaban algo expectantes.
-¿Sabes que Mateo ha tenido el mismo sueño que tú?-. Le dije a Lira.
-¿El mismo sueño?- contestó dubitativa.
-Sí, el de la casa y … también se topó con la casa-.
Lira necesitó unos segundos para que su cerebro procesara los datos. A continuación les dije que a mí me había pasado lo mismo. Sorprendidos, hicimos muchas conjeturas sobre lo ocurrido de lo más variopintas, pero ninguno de nuestros razonamientos alcanzaban a explicar los hechos.
-Creo que debemos ir hasta la casa- dije -y ver si vemos algo que nos saque de dudas-.
A los dos les pareció bien. Cogimos mi coche y nos acercamos hasta allí. Paré justo frente a la casa. Nos quedamos un rato en silencio mirándola.
-¿Os parece que es la misma casa del sueño?-.
-¡Sí!- dijeron al unísono.
-Sí- dije yo también y nos miramos sin comprender.
Salimos del coche y nos acercamos. La casa no era demasiado vieja, simplemente estaba abandonada. La puerta tenía una aldaba en forma de puño. Se me ocurrió llamar. Más por instinto que porque pensase que hubiera nadie. Esperé unos segundos, empujé la puerta y ésta se abrió. Entramos sin pensar. Nos encontramos en una habitación no muy grande, había una mesa y unas sillas. En una de ellas había un hombre, no tenía aspecto amenazante.
8. El dormidor
Era un hombre mayor de unos 60 años más o menos. Bien vestido, con un traje azul marino. Su aspecto era anticuado. Me resultaba conocido. ¿Lo había visto en alguno de mis sueños?
-Hola. Os estaba esperando-. Dijo el hombre.
-¿Cómo sabía que íbamos a venir?- Pregunté.
-Eso no importa ahora. Estáis en peligro-. Le mirábamos con cara de tontos.
Continúo -Existe un implante en el ADN. Yo lo llamo el dormidor, que puede hacer mucho daño a la raza humana, incluso podría hacerla desaparecer, como desaparecieron los dinosaurios. No fue por un meteorito ni por una glaciación. Desaparecieron porque eran demasiado brutos, poco cerebro y mucha fuerza bruta, no eran rentables, comían demasiado y no tenían apenas depredadores. El experimento fracaso y se les hizo desaparecer, tenían un implante para eso- Dijo el hombre misterioso.
-Volviendo a los hombres…- seguía hablando el hombre -no sé si os habéis dado cuenta que cada día la gente duerme más. En la Edad Media, la media de sueño eran 5 o 6 horas, ahora está en 8 horas subiendo a 10 horas. Se toman somníferos. Hay más horas de ocio y la gente duerme más.
-¿Qué tiene eso que ver con la desaparición de la humanidad?- pregunté.
-Bueno … cuando la gente duerme sueña. Como se duerme tanto hay demasiados sueños. El dormidor se alimenta de sueños y toda esa cantidad de sueños puede hacer que el dormidor se active-. Contestó el hombre de traje azul.
-¿Qué pasaría en ese caso?- pregunté.
Mateo y Lira estaban callados, y muy atentos al discurso de aquel hombre.
-Si se activa el dormidor, la gente se quedará dormida y no se despertará más. Para que esto no suceda hay que destruir el implante original. De ese modo, las copias se destruirán también.-
-¿Y dónde está ese implante?- Dije.
-Tú has soñado con él- me contestó el hombre -cuando lo hiciste, no sabías lo que estabas viendo, pero tú eres capaz de recordar los sueños y soñar a voluntad-.
-Tienes que identificar al dormidor en alguno de tus sueños ¡lo has visto!- insistió el hombre.
Sinceramente, todo me estaba pareciendo un sueño ¡nunca mejor dicho! Sabía que la mente humana era esa gran desconocida y por alguna extraña razón, en ese momento, creía a ese hombre.
Lira y Mateo me miraban como diciendo ¿te lo vas a creer?
-En caso de que encuentre el dormidor ¿cómo voy a destruirlo?- dije.
-Cuando lo encuentres, quizá se te ocurra algo-. Contestó el hombre.
-¿Y si no consigo destruirlo o desactivarlo?- Respondí.
-Entonces- tardó unos segundos en continuar el hombre -los hospitales se llenarán de gente, los médicos no podrán explicar qué les pasa, lo achacarán a un virus desconocido, lo catalogarán de una epidemia. La muerte de estas personas no será violenta, pero sí lenta. Los durmientes no soñarán, el dormidor habrá robado sus sueños y cada vez se hará más fuerte. Es como los vampiros pero con la diferencia que se alimenta de sueños en vez de sangre.
No me podía creer que estuviera allí escuchando aquello y dándole credibilidad, pero aquel hombre tenía un gran poder de convicción. No se me ocurría más que decir. Pensé que ya nos podíamos ir. Me levanté de la silla. Al verme, Lira y Mateo también lo hicieron. Le pregunté al hombre antes de irnos -¿cómo podré encontrarle si le necesito?-.
-Sueña conmigo- me dijo.
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