Muchas veces es difícil titular una crónica sobre un filme, encontrando un buen título que defina el estilo y la trama de lo que se va a encontrar el espectador. PIG es una de estas películas.
Michael Sarnoski, director y guionista (si bien firma la historia junto a Vanessa Block), nos brinda una reflexión sobre cómo sobreponerse a las tragedias.
Optar por la interiorización para buscarse a uno mismo y la reclusión en los recuerdos de tiempos mejores, o dar un cambio a una agresiva ambición a toda costa. El primer camino es el escogido por Nicolas Cage, interpretando a Rob Field, un reputado cocinero que se vuelve ermitaño tras la muerte de su mujer, abandonando todo y así mismo salvo su amada cerda trufera.
El otro camino es el de Adam Arkin, en el papel de un empresario de hostelería, con otro importante trauma familiar.
El metraje combina acertadamente el género de la venganza con estilo John Wick, la profunda soledad en los paisajes del norteño estado de Maine y el “ambiente Scorsese underground donde se entremezcla la mafia de las trufas con las apuestas clandestinas en Portland, una de las importantes urbes de Maine.
Pig es una valiente apuesta cinematográfica, con planos muy significativos, cargados de simbolismo, miradas y frases que se quedarán para los anales del cine. Una película que hay que digerir, nunca mejor dicho, con paciencia. Como los buenos platos, ya que Sarnosky busca recrearse, a veces un poco en exceso, con la cámara generando, eso sí, una atmósfera cautivadora.
Magnífico trabajo del debutante en la dirección Michael Sarnoski (que le ha valido el encargo de la precuela de A quiet place), que además coescribe el inspirado guion de la obra, Pig es un drama acerca de la soledad, la tragedia y la venganza, que se vale de un Nicolas Cage de vuelta a su registro más dramático (valga la redundancia), alejado de sus últimos trabajos excesivos e histriónicos (aunque varios de ellos muy reivindicables, como son los casos de Mandy o A color out of space) y a un nivel de excelencia que seguramente no alcanzaba en su carrera desde Leaving Las Vegas.
Una de las grandes sorpresas de lo que va de año, con un impactante retrato de los bajos fondos y un Cage que, repetimos, bien merecería nominaciones por su gran trabajo.
Pecado perdérsela.
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