La rabia no es solo la enfermedad que se curó gracias a Pasteur. Es también un fuego, físico y metafórico, que puede destrozar todo.

Las escuelas, los institutos, las facultades y universidades, cuando están libre de toda ideología (o caben todas desde el respeto y la búsqueda de entendimiento) son lugares para aprender las herramientas necesarias contra esta feroz, cruel, inclemente y devastadora llama.

La primera escuela (Louise Violet -el título en español es de las pocas veces casi más acertado que el original-), escrita y dirigida por Éric Besnard, responsable de las exitosas Delicioso y Las cosas sencillas, es una película que encaja perfectamente en la propuesta En el cine, como en las aulas de los Cines Verdi, ya que versa sobre los enriquecedores valores de la educación.

Ubicada la historia de La primera escuela (Louise Violet) en el turbulento periodo francés de 1889, Louise Violet (Alexandra Lamy, Mejor Actriz en el BCN Film Fest) es enviada a un pequeño pueblo rural de la región Auvernia-Ródano-Alpes, (Auvergne-Rhône-Alpes, región que de hecho da nombre a la compañía Auvergne-Rhône-Alpes Cinéma que coproduce el filme). Un imponente entorno, crudo pero hermoso a la vez que moldea las vidas de los protagonistas.

Louise tiene la misión de hacer cumplir la incipiente ley de educación obligatoria, pero se topa con las costumbres campesinas de los habitantes. Para ellos, el campo es la absoluta prioridad y los niños son mano de obra a la que difícilmente van a rechazar. Solo su vocación y perseverancia logrará ganarse la confianza de los vecinos y abrir la primera escuela. Tiene al alcalde (Grégory Gadebois, Mejor Actor en el BCN Film Fest) y su madre (Annie Mercier) como principales aliados, y sin embargo su tarea no estará exenta de problemas, especialmente cuando se descubra su pasado con los comuneros de Paris.

Pero Luise, como buena maestra, pone el foco en que aprendan para valerse por sí mismos, sin inculcarles ideologías concretas.

Hay dos lecciones importantes que aprenderán, y no solo para los niños. La primera, perdonarse entre padres e hijos y entre vecinos.

La segunda, relacionada con la anterior en el sentido de respetarse entre sí, es entender que compartir recursos, aunar esfuerzos es bueno y necesario, pero sabiendo que lo importante es tanto el progreso bien entendido. Progreso individual, la ambición positiva de cada uno teniendo la libertad para elegir lo que cada uno quiere ser, siguiendo las verdaderas vocaciones, y de la sociedad en su conjunto.

Si al principio de la película algunos ven el peligro de que los hijos acaben sabiendo más que los padres y les echen, al final, el padre más combativo (Jérémy Lopez) se sentirá orgulloso de su hijo porque llegará a ser alguien, (en una potente secuencia durante los créditos), a pesar de que prefiere la artesanía con la madera al cultivo de la tierra.

Contra lo que pueda parecer, la historia no pretende menospreciar el campo, el mundo rural, frente a la ciudad. Lo que sucederá, como opina uno de los protagonistas, es que dejarán de ser campesinos para convertirse en agricultores, mecanizando el duro trabajo.

El fuego destructivo de la rabia, y la ignorancia se apaga para encenderse la llama del saber. Literalmente, en otra de las grandes secuencias, terrible y a la vez poderosa, hipnótica, del filme, y metafóricamente hablando.

@EduVicu

Rate this post
Print Friendly, PDF & Email

No hay comentarios

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.