Peor que las arenas movedizas son las arenas que, bajo su apariencia de paradisíaca y apacible playa, esconden el que quizá sea el invento más tenebroso de los que el ser humano ha inventado. Minas antipersona.
Se calcula que hay más de 110 millones de minas repartidas en más de 64 países, la mayoría en África. Otro escalofriante dato, pese a todos los tratados como el de Ottawa, firmado en 1997 o las innumerables campañas en su contra, son sus víctimas. El noventa por ciento son civiles. Incluso una vez terminada la contienda en la que fueron sembradas, como barrera entre dos ejércitos.
Cada mina es un ignominioso vestigio de guerra, cuya colocación cuesta poco más de un euro mientras que su retirada, y ese el gran problema, casi mil euros. Cada una de ellas. Eso, si antes no se ha cobrado una inocente vida humana.
En el caso que nos atañe, Land of Mine (Bajo la arena) al ejército danés le sale a coste cero la limpieza de una de sus playas tras la contienda más devastadora vista jamás sobre el planeta Tierra, (la II Guerra Mundial). A coste cero, económicamente hablando, claro.
Porque cabría preguntarse si el uso de menores para esta ardua tarea es moral o incluso legal. No olvidemos que estos menores, por muy soldados nazis que fueran, lo eran obligados en los desesperados últimos días del III Reich. Con imágenes duras y otras cargadas de un humanismo difícil de superar, esta simbólica película que mañana viernes 10 de marzo estrena Sherlock Films, sello de A Contracorriente Films, es un alegato perfecto para evitar, de una vez por todas, este infernal artilugio. Una llamada a hacer un frente común de las sociedades supuestamente avanzadas y limpiar la faz de la Tierra de su siniestro rastro.
Poco más se puede decir de una inteligente y veraz película que por momentos recuerda a Stalag 17 (Traidor en el infierno) o The Great Escape (La gran evasión), con mucha tensión entre los propios prisioneros de guerra inmersos en el debate de si huir o quedarse, y en otros a las clásicas películas donde el entrenador, profesor o tutor tiránico que acaba volviéndose un héroe para sus pupilos. Entre estas últimas cabe citar Dead Poets Society (El Club de los Poetas Muertos) o Boychoir (El Coro).
Por muy duro, salvaje, cruento y devastador que sea un conflicto, los niños, incluso los “niños soldado”, no son más que niños. Adolescentes que lloran cuando se enfrentan a situaciones límite, como ver la muerte de compañeros o al saber que posiblemente no verán más a sus familiares. Que van a morir inminentemente.
Esta intensa película, como las buenas obras, ofrece atisbos de esperanza. Nos hará vibrar y sentir los horrores de la guerra, pero también nos hará sonreír y emocionarnos.
Como en la vida real, Land of Mine demuestra que en la guerra los demonios pueden ser héroes, y los libertadores, vencedores a la postre, ogros fríos e inhumanos.
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