«Que, estando sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta del armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y totalmente antinatural, lo que provocó que uno de los miembros de la policía, preso de nervios, desenfundara su arma reglamentaria.»

El «Expediente Vallecas», de cuyo informe policial forma parte el extracto anterior, sigue siendo el único caso real en España en el que un inspector afirma (por escrito) haber asistido a fenómenos inexplicables desde un punto de vista racional. Innumerables interrogantes se ciernen aún hoy, como oscuros y tétricos nubarrones, tanto sobre la muerte de la joven Estefanía Gutiérrez Lázaro como en lo que acaeció en aquella vivienda del madrileño barrio de Vallecas, durante la fría noche del 27 de noviembre de 1992. Un doble suceso hipnótico por la cantidad de enigmas que custodiará para siempre, y que inspiró al valenciano Paco Plaza (co-director de la trilogía REC junto a Jaume Balagueró) en la génesis de su nueva obra.

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«Es curioso: es la primera vez que hago una película de encargo, y es la más personal.»

El propio Plaza afirma que hay un altísimo componente autobiográfico en Verónica, plagada como está la película de elementos vertebrales de su infancia y adolescencia (el bar, el colegio de monjas, la curiosidad por lo paranormal, Héroes del Silencio…). Pero aquí me atrevería a afirmar sin temor alguno que ese sentimiento será compartido en cierta medida por todos los espectadores que crecieron entre las décadas de los ochenta y los noventa, tal es el mimo exhaustivo empleado por el director y su fantástico equipo en la recreación de detalles grandes y pequeños, inherentes todos a aquellos años. Una cuidadísima puesta en escena, para acompañar a un buen guión que concentra su poder perturbador precisamente en esa fantástica recreación costumbrista, desde la doble vertiente de escenarios y situaciones.

Porque el terror desconocido e inexplicable que logra entrar en relación simbiótica con el día a día, aquel que aguarda con paciencia depredadora en los rincones más insospechados del hogar, es doblemente aterrador.

Al miedo de índole paranormal se le une otro mucho más ordinario, pero tal vez por ello más poderoso también: el temor a crecer de forma obligada y apresurada, saltando etapas de la infancia como vallas en una prueba de los 100 metros. La taciturna Verónica (extraordinaria interpretación de la debutante Sandra Escacena), al cuidado diario de sus hermanos en el seno de una familia desestructurada, nos llevará de la mano por una excelente joya del género, cuidada hasta límites tan especiales como la naturalísima interacción entre los niños del film. Y el camino emprendido derivará en un clímax final que es de lo mejor que servidor ha presenciado en una obra de terror, esquivando recursos fáciles y manidos para no traicionar jamás esa personalidad propia que exuda la película desde su lluvioso inicio.

Glorioso terror cañí.

@Juanlu_num7

 

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