Al terminar de visionar Una villa en la Toscana (Made in Italy), lo primero que se me viene a la cabeza es la grata sorpresa del registro tan diferente de Liam Neeson, en esta emotiva y romántica película anglo-italiana.
En esta ocasión, Neeson lucha, no contra otra gente por saldar cuentas pendientes, como sus últimas películas tipo Venganza bajo cero, sino contra sí mismo y los recuerdos que tienen a su personaje, el pintor Robert Foster, atormentado y apartado de su hijo, Jack (Micheál Richardson) que dirige en Londres una galería de arte.
Jack, debido a su reciente divorcio, se ve obligado a acudir junto a su padre a la villa en la Toscana para venderla y comprar con su parte la galería propiedad de sus exsuegros. Una villa en estado deplorable, que Jack no pisa desde la muerte en un accidente de coche de su madre cuando él tenía tan solo siete años.
Con una gran sensibilidad, el director y guionista James D’Arcy va desenvolviendo a lo largo del metraje la dormida y doliente historia entre padre e hijo. Una historia que va evolucionando en paralelo a la “reconstrucción” de la casa, una ardua tarea que hará que ambos se reconcilien, recuperando el tiempo perdido, y cada uno a su manera, ambos vuelvan a encontrar el amor.
Prácticamente toda la película transcurre en el idílico paraje toscano, (en contraste con el paisaje urbano londinense. Al igual que sucede en la maravillosa cinta Call me by your name, de Luca Guadagnino, el paisaje juega un importante papel, completando el buen trabajo, con buena química, entre ellos, de los actores Liam Neeson y de su hijo Micheál Richardson (ambos en «Venganza bajo cero»), Valeria Bilello (serie de TV «Sense8») y Lindsay Duncan («Le Week-End», «Una cuestión de tiempo») para despertar nuestras emociones.
Refrescante y divertida película romántica para disfrutar en cines a partir de este viernes 06 de agosto. Sobre todo, muy recomendable para levantar los ánimos, (la típica «feel good movie») que hará sonreír y emocionarse a los espectadores.
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