Albores de la década de los 60: tras muchos meses de concienzuda documentación para elaborar un reportaje acerca de la plantación de carrizo en el desierto de Oregón por parte del Departamento de Agricultura de EEUU, cuyo objetivo se centraba en que la planta agarrara para detener las tormentas de arena y hacer el lugar más accesible, un reportero autónomo decide canalizar lo aprendido de cara a ese reportaje fallido (nunca llegaría a publicarse) en su segunda novela. Nada parecía indicar que, tras la indiferencia de crítica y público hacia su primer trabajo (El dragón en el mar), la obra derivara en un pasaporte directo hacia la inmortalidad. Dune llegaba a las librerías en 1965, y su legado sigue plenamente vigente… Más de 50 años después.

¿Ciencia ficción?, ¿ecología y sostenibilidad?, ¿religión y filosofías orientales?, ¿la lucha entre la honorabilidad y la falta de ética y escrúpulos?… ¿Cuál es la raíz narrativa de Dune?. En la respuesta a esa pregunta late la genialidad de la obra: todas ellas, y muchas más. Drogas y adicciones (con la melange como eje de poder del universo de la obra), sexo (bajo un prisma meramente reproductivo), colonialismo virulento, política, venganza y guerra también se darán cita en una saga que suma a esa riqueza temática poderosos símbolos (como los icónicos gusanos de arena) y protagonistas inolvidables.

«Una buena causa no hace que la guerra sea justa.»

En pocas sagas literarias veremos coexistir a personajes tan dispares como Liet Kynes (planetólogo-ecologista que busca transformar el desierto de Arrakis en un vergel, y a través del cual Herbert transmite sus dudas acerca de la conveniencia de alterar un ecosistema conscientemente) y Paul Atreides (heredero de la honorable casa Atreides, al que veremos pasar de noble proscrito a caudillo de una rebelión, para terminar en líder político y religioso perpetrador y ejecutor de una sanguinaria contienda, encaminada a imponer su tiranía dual por todos los rincones). Dos poderosas personalidades dentro del enorme abanico que encontraremos en Dune y sus continuaciones. Figuras apasionantes que evolucionan con el pasar de las páginas y portadoras de mensajes que, 5 décadas después, siguen arrojando dudas y generando motivos de reflexión para alimentar la materia gris del lector.

«Cualquier camino, si se sigue hasta el fin, no conduce exactamente hasta ningún lugar.»

Herbert se equivocaba en este punto de su singular creación: el camino que emprendió aquel freelance en 1959 no culminaría en el artículo pretendido, pero sí en un destino mucho mejor.

El del recuerdo a perpetuidad.

Y a un servidor no se le ocurren muchos lugares más placenteros.

@Juanlu_num7

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