El blockbuster ochentero, aquel grupo de producciones ubicadas en la década y sin mayor pretensión que la de entretener al personal aplicando grandes dosis de mimo en el camino, acabó constituyendo un subgénero cinematográfico en sí mismo. Uno añorado por los niños de aquel entonces, que buscábamos sin suerte en la industria moderna retazos del carácter orfebre y la simplicidad mágica de aquellas obras, arrolladas por los avances tecnológicos aplicados al cine y los torpes intentos de otorgar mayor trascendencia mensajística de la necesaria en estos casos.
Con todo, la crisis de ideas de Hollywood abrió la millonaria veda de los remakes (con la solvente GhostBusters como último ejemplo), y ahora Netflix se une a la fiesta con una serie de 8 capítulos que enarbola la bandera de todos aquellos valores del subgénero al que nos referimos. Los hermanos Duffer se empaparon de tótems como E.T. , el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982) y Encuentros en la Tercera Fase (Steven Spielberg, 1977), para dar a luz a uno de los sleepers de 2016.
Stranger Things nos retrotrae a tiempos más sencillos, a partir de una historia ordenadita con su pandilla de críos, sus adultos en transición hacia la credulidad y su monstruo. Ya desde unos créditos de apertura herederos de la sencillez idónea de artistas gráficos como Richard Greenberg (Alien, Los Goonies, Dirty Dancing, Arma Letal…), pasando por una estructura narrativa claramente inspirada en Expediente-X (criatura misteriosa, experimentos científicos, poderes gubernamentales marionetistas en la sombra), la serie nos confiesa que no ambiciona innovar en ningún aspecto.
Su único y loabilísimo propósito es el de hacernos pasar un buen rato.
Entrando ya en el cast, y más allá de una Winona Ryder un pelín sobreactuada pero a la que gusta ver de vuelta en un rol principal eones después, destaca el trabajo de dos actores separados por la friolera de 30 años. David Harbour encarna al sheriff Jim Hopper, un tipo atormentado por su pasado, bordeando el alcoholismo mientras busca el equilibrio como un mal trapecista que coquetea con la caída y la consiguiente pérdida total de fe e interés en la vida. La desaparición de Will Byers (leitmotiv de la trama) devolverá a Hop el respeto hacia sí mismo y hacia su trabajo, contruyendo el personaje más robusto de la serie.
Título el último claramente discutido por la salvaje irrupción de Millie Bobby Brown, la actriz de 12 años elegida para el papel de Eleven. Impactante ejercicio que agita en la coctelera furia, miedo, desesperación, amistad, lealtad y amor. Un trabajo físico y visceral asombroso en una intérprete tan joven.
La banda sonora, repleta de clasicazos de la época como The Clash, Joy Division, New Order o Vangelis, y una ambientación cuidada al milímetro coronan una serie que cumple con su misión y dejará un agradable regusto en un amplio abanico de espectadores.
Luces ochenteras para iluminar las noches de verano.
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