Cansado de esperar a que las esferas hicieran un movimiento sobre sí mismas, decidí subir a un ático de un edificio de mil plantas, para observar mejor los movimientos que hacían; me di cuenta que jugaban a las tres en raya. Las rojas contra las azules.
Lo raro era que nadie las movía, jugaban como si fueran seres inteligentes y no fichas inanimadas. Ellas eran el ser y la ficha. Las rojas eran muy bonitas brillaban y despedían un polvo brillante, que era hermoso de ver.
Yo era el único espectador y me preguntaba porque nadie venía a ver este deporte tan elegante y lleno de efectos especiales; cuando una de las esferas hacía tres en raya empezaba a subir a gran velocidad y luego caía en picado, al caer tomaba diferentes formas y colores, representaban dibujos parecidos a los de un caleidoscopio, pero sin tener que mirar por el tubo, a veces se transformaban en formas geométricas hechas de luces con unos colores rotundos otras transparentes, en un momento vi a una que se convirtió en una hermosa mujer. Decir hermosa es poco, acostumbrados a llamar hermosas a cosas que se les puedan comparar, nunca vi nada tan hermoso.
Otra se transformó en un horrible monstruo pero muy elegante y pese a su fealdad era tan hermosa que me quede extasiado.
Solo estaba yo, mirando aquel espectáculo, no era una compañía de las nuestras, no anunciaban el espectáculo, supongo que solo querían tener un espectador, nadie del mundo del show art sabía de su existencia, yo tampoco hasta ese momento.
De repente las bolas, que en un principio eran seis cuando jugaban a las tres en raya ahora eran muchas más, podrían ser mil, luego quinientas, eran un gran grupo.
Podían ser seres que habían estado ocultos, en algún palacio oculto dentro de una montaña, apartados de los humanos.
Parecían tener unos conocimientos superiores a los nuestros, no morían ni vivían solo aparecían para empezar el espectáculo.
Cuando se convertían en mujeres eran las mujeres más hermosas que jamás nosotros habíamos visto, y digo nosotros pues solo estaba yo, pero hablaba por todos los hombres de la tierra.
Yo desee ser una de esas redondas cosas, pero supe que era imposible, como tampoco podía ser un león de África.
Todo era muy bonito pero solo podía mirar, me gustaba lo que veía pero ellas no se comunicaban conmigo; les pregunté que eran pero creo que no oían mis burdos sonidos, mis gestos eran mover los brazos pero ellas no sabían que eran brazos, por eso cuando las movía no hacían nada, como el que no entiende un idioma, creo que pensaban que yo era primitivo por eso no podían comunicarse conmigo.
Ellas se movían en todas direcciones de un salto alcanzaban cien metros. Y volvían a bajar sin sufrir fricciones, era la danza de aquellas formas y sus transformaciones tal que no podía hacer otra cosa que ser mero espectador.
El espectáculo era eso ¡espectacular! y eso me bastaba ¡ojalá hubiera muchos así!
Al final todas las esferas se unieron en una sola más pequeña y desaparecieron.
Yo como no soy tonto pensé que eso no era un sueño provocado por alguna droga, y habiéndolas tomado todas no conocía ninguna que produjera esas alucinaciones así que me dije, que había visto lo que había visto, que era extraordinario pero no lo comprendía y como últimamente lo que no puedo comprender existe, pues no podía negar que eso había estado ahí y yo también… En fin no le di más vueltas, ojalá se presentarán en algún lugar donde hubiera mucha gente y se pusieran a jugar para la multitud, para que más gozarán con el espectáculo.
Cuando todo desapareció se alejaron hacia algún lugar y al poco se perdieron en el cielo, me dispuse a volver a casa, no reconocí el camino donde estaba, no tenía gracia, perderme en mi barrio donde vivía desde hacía 10 años…
Además me acordé que mi pareja Amelia me estaría esperando.
Espero que no se enfade por llegar tarde si es que consigo llegar, pero enseguida volví a mi realidad y reconocí las calles de siempre, deje de pensar en lo que había visto y empecé a hacer lo que tenía programado en mi día a día…
(continuará).
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