Todos los medios de expresión artística necesitan de grandes genios, creadores excepcionales cuya labor hace crecer y evolucionar al ecosistema sobre el que plasman sus reflexiones hasta un nuevo nivel. El mundo del cómic contó y cuenta con varios de estos individuos que sobresalen poderosamente, siendo el norteamericano Frank Miller único en su especie.

De Ronin a 300 o Sin City (ambas adaptadas al cine con más que aceptable resultado), pasando por el magistral renacimiento de un Daredevil moribundo en ventas cuando Marvel decidió entregar a Miller al justiciero ciego de Hell´s Kitchen para su Born again, el autor ha regalado al mundo obras que son verdaderas joyas imprescindibles desde sus diversos perfiles (siendo el de guionista probablemente el que domina con mayor maestría). Ahí está el ejemplo de ese Batman: Año Uno, que esconde bajo su formato de novela gráfica autoconclusiva una novela negra del más alto nivel narrativo.

Y precisamente con el mejor detective del mundo continuamos, para encontrar en su The Dark Knight Returns (1986) otra obra maestra de este medio y de cualquier otro, además de excelente plasmación de las complejas teorías que Friedrich Wilhelm Nietzsche incluyó en su Así habló Zaratustra.

Teorías que el mismo filósofo alemán sabía que podrían ser utilizadas para justificar atrocidades desde una instrumentalización interesada, como de hecho sucedió en los tiempos más oscuros de la Alemania Nazi, pero que realmente eran fruto de su perfil de buscador incansable de la verdad, sin disfraz alguno.




Su superhombre (Übermensch) se refiere a un individuo que se rige por su propia escala moral, en el más amplio sentido posible de libertad. Dicho código no tiene porqué ser compartido por el resto de sus semejantes, de hecho la verdadera libertad radica en liberarse de cualquier tipo de condicionante externo para acabar ubicado más allá del bien y del mal como conceptos colectivamente diseñados y asumidos. Los 3 pasos necesarios para alcanzar el Übermensch se dibujan de forma cristalina en la obra escrita e ilustrada por Frank Miller, y no será Superman el avatar que emprenda y culmine ese proceso de transformación…

El primer escalón es el del camello que soporta con tristeza la carga de las doctrinas sociales y eclesiásticas (entre muchas otras) en la más profunda soledad, y acaba valiéndose de su travesía por ese desierto solitario como combustible evolutivo. Un avejentado Bruce Wayne, al borde de la desesperación y coqueteando con tendencias suicidas, inicia la historia de The Dark Knight Returns sepultado bajo la ruina y debacle más absoluta de toda una comunidad como Gotham. Y, de igual forma que el dragón impulsa la evolución del camello en los textos de Nietzsche, el murciélago será el símbolo que haga lo propio con Wayne, destruyendo los barrotes de su cárcel física y metafórica.

En el segundo paso el camello, invitado por el dragón, se abandona a la inmoralidad más absoluta para construir desde ahí su propia e intransferible escala de juicios de valor. Y es entonces cuando pasa a la forma de león, etapa de nuevo magníficamente plasmada en la obra de Miller cuando Batman desoye las quejas de sociedad y poderes fácticos (verbalizadas a través de los medios de comunicación) hacia sus altamente cuestionables y fanáticas acciones. Sus métodos, totalmente alejados de los del héroe clásico, no se detendrán ni siquiera ante el desafío de un Superman que es en realidad el todopoderoso ariete del poder gubernamental.

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Fuente: DC Comics

La muerte de Alfred, único asidero emocional que quedaba en la vida del protagonista, empujará a Batman hasta el último paso del camino del Übermensch: el del niño que disfruta, crea y crece en total libertad y sin amarre alguno.

Y en ese punto el murciélago podrá colgar de nuevo los hábitos, con su tarea ya liquidada y en la culminación de una maravilla de las viñetas. Una joya que justifica por sí sola el manido término de noveno arte.

@Juanlu_num7

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