He titulado esta crónica siguiendo el original formato del título de New Order, la nueva película de Michel Franco, uno de los prometedores directores y productores mexicanos de los últimos tiempos y triunfador en festivales como Cannes, Berlín y Venecia.
New Order, que llega a nuestras pantallas este viernes 19 de febrero, es, según el propio Franco, “una visión distópica de México, pero no muy alejada de la realidad”. Ni por la trama ni por la realización.
La trama parte de una boda en el seno de una adinerada familia mexicana que se ve brutalmente interrumpida cuando el estallido de unas violentas protestas deriva en un golpe de estado militar. En palabras del propio Franco, se trata de “un aviso sobre el peligro de generar caos si no se tratan las desigualdades por medios cívicos y si todas las voces disidentes son silenciadas” brutalmente. “La disparidad socioeconómica se están expandiendo cada más, es algo insostenible”. No solo en México, sino a nivel mundial, incluido Europa, como pasa en Francia con los Chalecos Amarillos. Grupos colectivos, donde el individuo que se une actúa más como conciencia de grupo.
Al propio Franco, como mexicano, le preocupan mucho estos temas. Que la injusticia, aunque sea un hecho real, no se aborde por nadie en el poder. Con más de la mitad de la población mundial viviendo en diferentes estados de pobreza, muchos sin apenas acceso a lo más básico, le ha frustrado ya desde quera un niño.
Otro aspecto que acierta a tocar, obviamente muy relacionado, es el racismo endémico que hay en México, “tan segregado como en EE.UU., con la gente en el poder intentando que nada cambie”. Michel Franco ve una conexión directa entre esto y las desigualdades económicas, asegurando que, si no “hay una válvula de escape pacíficamente, al igual que el movimiento Black Lives Matter, la nación se va a volver una olla a presión (…) Con New Order intento iniciar un diálogo positivo”.
Es algo que refleja muy bien en New Order, que perfectamente podría ser un docudrama más que un thriller. Algo similar a La batalla de Argel (Gillo Pontecorvo) rodada pocos años después de la independencia de este país y una de las películas que le han influido para enfrentarse a New Order. Otras películas que le han influido son La naranja mecánica, (Stanley Kubrick), obra que le causó gran impresión en su adolescencia; La vergüenza, (Ingmar Bergman), “que puede parecer una película clásica de guerra, pero en realidad está interesado en las reacciones individuales ante la ruptura social” o El tiempo del lobo, (Michael Haneke).
Lo interesante es que vamos descubriendo lo que está sucediendo, quién está detrás, en quién confiar y en quién no según avanza el metraje. Como la vida misma. Con una dirección muy realista, sin alardes visuales más allá de la violencia (y ciertos momentos que quiere marcar) que se va desarrollando ante nuestros ojos, New Order supuso sin embargo todo un reto para Michel Franco. En sus anteriores películas trabajó con equipos y presupuestos reducidos, algo que no podía hacer en esta ocasión si quería manejar tantos extras y marcar la violencia generalizada, a gran escala.
Tuvo que “trabajar de forma más cercana con su director de fotografía y su equipo en general (…), saliendo de mi zona de confort. Tuve que confiar en que el equipo de efectos visuales sacara las cosas como yo las veía, y dar libertad a mi director de fotografía para que se moviera entre tanta gente (tres mil extras) con una cámara en mano”. Reconoce que este nuevo enfoque ha sido muy excitante, y que quizá tenga que terminar cinco películas antes de acostumbrarse, de estar listo para algo así.
Quien sabe, quizá el gran salto le llegue con esta dura pero necesaria película, armada como un puzle en el cada personaje reacciona de forma diferente ante estos disruptivos, trágicos, violentos sucesos.
Una obra que, por desgracia y si no se pone remedio, puede llegar a ser premonitoria. Basta echar una mirada a los medios de comunicación para darse cuenta de esto. Recordemos que, como suele decirse, la realidad supera a la ficción.
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