En 1942, Ernst Lubitsch (con guion de Edwin Justus Mayer) barnizó la oscura época de Polonia durante el terror nazi con una comedia salpicada con momentos de tensión en la genial película To Be or Not to Be (Ser o no Ser).

En esta ocasión, el cineasta que nos sorprendió para bien con el angustioso y claustrofóbico filme Buried (Enterrado) y Red Lights (Luces rojas), la tragedia polaca es recreada entre bambalinas de la representación de una comedia en pleno gueto judío en la Polonia ocupada con su película Love Gets a Room (El amor en su lugar).

Una compañía de cómicos, cada vez con menos medios, trata de hacer reír a sus compatriotas judíos para que, por unos minutos, olviden la cruenta realidad. Sin embargo, las cosas se complican cuando uno de los actores (Magnus Krepper) le confiesa a su compañera (Clara Rugaard) el plan de fuga que ha ideado para esa noche, una vez terminada la función.

Como solo puede ser para dos personas, ella, que está enamorada de otro de los actores, (Ferdia Walsh-Peelo) lo rechaza por no poder abandonarle.

A partir de aquí, los enredos y las tensiones, con el punto álgido cuando un grupo de nazis armados entra al teatro para realizar una inspección, se suceden. Por momentos, la película nos recuerda a Birdman por los planos secuencia y el frenético mundo entre bambalinas del teatro. De esta acertada manera, Cortés resuelve las acciones evitando las pausas o ralentizaciones innecesarias.

El amor, el drama, el dolor y la comedia se cruzan en la ficción de lo que la compañía de cómicos está representando con la realidad, incluyendo un cruce de parejas e improvisaciones entre los actores en los momentos donde el bloqueo por la crudeza de lo que está ocurriendo fuera del teatro y las tensiones entre ellos les hace olvidar su papel. Pese a todo, no renunciarán a su objetivo principal. Hacer reír y aplaudir a su público esa noche.

El amor en su lugar demuestra como el amor siempre triunfa, encontrando cómo colarse en todas partes y todas las situaciones, y los gestos que somos capaces de hacer por los que más amamos, pese a lo que nos duela.

En definitiva, una divertida, reflexiva, emotiva y vibrante película que consagra definitivamente a Rodrigo Cortés como director.

@EduVicu

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