Llenos de Gracia es una de esas películas que a uno le hacen reír, emocionarse y, sin quererlo, pensar. Porque el ágil y muy acertado ritmo del metraje no da tiempo casi a reflexionar, pero sí deja huella.

Desde La ciudad de los muchachos (Norman Taurog, 1941, coprotagonizada por Mickey Rooney y Spencer Tracy), ha habido muchas similares, destacando Los chicos del coro (2004) o El club de los poetas muertos (1989). Llenos de gracia es la más reciente, una historia española basada en hechos reales, de esta inspiradora colección.

A veces, hasta en los lugares menos agraciados ocurren milagros o, más bien, llega alguien que los provoca. Es lo que sucede al inicio del verano de 1994 en El Parral, un internado venido a menos y a punto de cerrar, viéndose obligados a trasladar a los huérfanos a un orfanato, (“la perrera”, como lo llaman ellos con horror y angustia).

Si El Parral es el principal escenario de este inspirador filme, el segundo de Roberto Buesa, director y coguionista junto a Óscar Díaz, sus protagonistas son la recién llegada hermana Marina (Carmen Machi) y un conjunto de huérfanos que, al contrario que la mayoría de los internos en El Parral, se ve obligado a pasar cada verano ahí encerrados.

En este variopinto grupo de chicos, muy bien elegidos entre cientos de niños que se presentaron y bien dirigidos por Buesa, cada uno tiene distintas inquietudes y personalidades, siendo tres de ellos incluso más pequeños. Todos ellos dan mucha frescura y el toque de humor necesario para hacer de Llenos de Gracia una obra vitalista, pese al drama de fondo.

A la comedia, sin duda contribuye la colaboración de Pablo Chiapella, uno de los humoristas más reconocidos en nuestras pantallas desde hace varios años con su aura de perdedor que siempre cae bien y, sin duda, sabe animarnos, sacándonos una sonrisa cuando no una sonora carcajada.

A lo largo del guion hay una clara transformación tanto en la Madre Superiora y directora del internado (Nuria González), de estricta y resignada al cierre a cómplice de “la familia del Parral” como en los niños, pasando de las gamberradas propias de jóvenes apáticos, abandonados y sin motivaciones a verdaderos hermanos, protegiéndose los unos a los otros y unidos por una causa. De “leones enjaulados”, como dice en un momento de la película Carmen Machi, pasan a sentirse, tras una gran aventura y no poco esfuerzo, victoriosos y con esperanzas en el nuevo curso. Alegres, ilusionados, incluso cuando vuelven sus compañeros después de haber pasado un verano con sus familias lejos de ese otrora inhóspito centro.

El equipo, encabezado a la perfección por Roberto Bueso, ha sabido componer un luminoso filme (acompañado de una potente banda sonora) que no solo recomiendo ver en la pantalla grande a partir de este viernes 24 de junio gracias a Paramount Pictures, compartiendo la experiencia de la buena comedia rodeados de gente y risas, sino que debería ser llevado a los colegios, institutos e incluso a las facultades de magisterio por poner el foco en cómo motivar y captar la atención de los jóvenes de hoy. Todos ellos son, no lo olvidemos, el presente del mañana, pudiendo aportar mucho en diversos campos, sean cuales sean sus orígenes.

@Edu Vicu

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