En un espectáculo de más de dos horas y media Ridley Scott vuelve a las grandes epopeyas históricas con las que nos ataba a la butaca durante tantas horas como Gladiator, La Conquista del Paraíso, Los Duelistas o más recientemente con El Último duelo. Dos horas y 38 minutos en las que Ridley transmite brutalidad histórica con su estilo más fuerte, astuto y moderno recordándonos a todos el motivo por el que pagamos por una entrada de cine. Espectáculo, producción y entretenimiento.
Napoleón, como personaje, ha formado parte de los albores del cine, ya que fue en 1897 cuando nos encontramos con su primera versión, dirigida por Louis Lumière, mientras que, en 1927, llamó la atención de otro cineasta francés Abel Gance. Napoleón es un personaje histórico con una enorme dificultad para trasladar a la pantalla grande, ya que, quien más y quien menos, conoce multitud de detalles de su biografía, siendo estos imposibles de trasladar en su totalidad, provocando numerosos levantamientos de cejas así como oportunos susurros comentando a sus compañías las lógicas inexactitudes y diferencias entre la realidad y lo visto. Pero obviando esto, si todos hiciésemos un largo de nuestras vidas, probablemente también tiraríamos de toneladas de maquillaje, cómo no hacerlo con una vida como la de Napoleón, bastante más compleja que la mayoría de nuestras vidas. Así que por mi parte intentaré obviar si el ángulo del bicornio de Napoleón es el correcto y disfrutaré de la película.
Volviendo a la película, sus escenas de batallas son emocionantes, una vuelta al tipo de cine que ya no le interesa a casi nadie en Hollywood (salvo a nosotros y a Ridley Scott, por supuesto). Su romance no es nada convencional y presenta al público palomitero a una Vanessa Kirby que en ocasiones se come a Joaquin Phoenix y un ritmo que, si bien puede parecer algo denso, es necesario, ya que abarcar la vida de Napoleón desde la Revolución Francesa hasta su muerte en Santa Elena en 158 minutos no es tarea fácil. Todo a falta de ver la “megaversión” que está preparando Ridley para Apple TV con más de 4 horas de duración. Quizá ahí encajen mejor las piezas que puedan parecer cojas en el metraje recién estrenado en la gran pantalla.
Y, finalmente, nos toca hablar de Napoleón / Joaquin Phoenix, que si bien es un excelente actor, de los mejores de su generación, su demasiado reconocible rostro provoca que cada vez que mires a la pantalla veas antes a un cincuentón de Puerto Rico que a un general Corso. Y de su personaje, Napoleón, ya dependerá del prisma con el que queramos valorar su imagen, si como un tirano con millones de cadáveres a su espalda (tal y como nos recuerda Ridley en los créditos finales) o como un ser humano que toma sus decisiones basándose en lo que en su mente es un bien general. Esa es tu decisión.
Y esto es Napoleón, la vuelta de Ridley Scott al cine que más le gusta hacer y menos le permiten, hizo lo que quiso y vaya si lo disfrutó. Grandes batallas, romances poco convencionales, alguna traición, efectos especiales de corte más tradicional, fantásticas ubicaciones. Película como las que ya casi no se hacen y que apenas se estrenan de lustro en lustro. Aprovéchala.
Fresón Rebelde
(Redactor B4P)
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