Ron Howard firma un emotivo e intimista documental, narrado con muy buen ritmo, que nos descubre el lado humano de uno de los italianos más universales, por no decir el más universal, de todos los tiempos. Luciano Pavarotti.
En los primeros minutos del metraje se nos presenta a Pavarotti a través de unas imágenes caseras, en donde le lanzan la pregunta ¿quién es Pavarotti?
A partir de ahí, se empieza a contar su vida alternando con fragmentos de entrevistas, arias, recitales y conciertos que dio con otros artistas, destacando el de Bono y la gira de los tres tenores. Todo ello aderezado con su intensa, y a veces polémica, vida amorosa aunque siguió siempre muy pendiente de sus hijas, llegando a cancelar todas sus actuaciones cuando una de ellas cayó gravemente enferma.
Esto nos lleva, en los minutos finales, a la respuesta con la que se abre el film. Luciano quiso ser recordado como un buen hombre, amigo de todos los que le rodeaban, confiado, campechano pero, sobre todo, un buen padre. O eso intentó. Con este documental, en el que intervienen sus mujeres e hijas, sin duda será recordado en esta faceta humana, pero jamás podremos olvidar, aunque él le daba poca importancia, raramente quedando del todo satisfecho, su talentosa voz de gran tenor y su esfuerzo por innovar, combinando géneros.
No dejó de sorprender, ni siquiera en sus últimos días, cuando por fin accedió a escuchar una de sus grabaciones con sus hijas, y afirmó que, efectivamente, cantaba bien. No bien, Luciano, cantabas extraordinariamente bien. Hay que agradecer a su fundación que, junto a las obras sociales, continúe difundiendo su inmenso legado artístico.
No soy dado a explayarme mucho en estas crónicas, sobre todo si, como en la película que nos ocupa, se junta la maestría de Luciano Pavarotti con la de Ron Howard. Prefiero dar breves pinceladas, más el tráiler, para abrir el apetito y que lo disfrutéis, preferiblemente en una sala con un sistema de sonido puntero como el desarrollado por ingenieros españoles, Dolby Atmos.
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