A finales de 2011 nos llegaba una de las mejores películas de aquel año y de los venideros. Ese 28 de diciembre salimos ojipláticos de las salas de cine, con la seguridad de haber presenciado algo grande de verdad en la obra dirigida por Nicolas Winding Refn. «Drive» había aparcado en nuestras vidas, para no abandonarlas jamás.
Un tratado sobre la violencia, una historia de amor y redención, el viaje vital de un héroe por accidente… Todo eso y mucho más es «Drive». La historia de un conductor sin nombre ni empatía aparente con el resto de seres humanos (fenomenalmente encarnado por Ryan Gosling) que acabará probando tanto su humanidad (despertada por Carey Mulligan y su núcleo familiar) como dicho carácter heróico, con el inmejorable acompañamiento de la canción de College que es tema principal del film («A Real Hero»). Aunque, más que en un héroe, el protagonista acabará convertido en un ángel exterminador, instrumento ejecutor de una venganza imparable y cruenta hasta el extremo. Todo encaminado a salvaguardar la seguridad de las personas que han llenado una vida tan vacía como su apartamento.
Estéticamente poderosa, elementos como la chaqueta del personaje de Gosling y su coche se erigen en hilos conductores de la trama, mientras se entremezclan con elegancia y buen gusto escenas de alto voltaje (persecuciones y acción desatada) con planos sosegados que transmiten la química entre los dos protagonistas de un romance parco en palabras pero poderoso en sensaciones. Fenomenales planos de la ciudad de Los Ángeles y la presencia de Bryan Cranston como secundario robaplanos de manual completan un cóctel de culto, rematado por una magnética banda sonora que condimenta magistralmente los mejores momentos de la película.
Hoy nos damos el gustazo de rescatar «Drive» del cajón, con la esperanza de provocar revisionados e incluso algún descubrimiento. La obra bien lo merece.
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