Describo la película que mañana se estrena en España, Contagio en altamar (Sea Fever), como “una pesadilla muy real” a que esta combinación de clásicos trata una serie de temas reales. O que podrían llegar a suceder.
Antes de hacer un breve repaso de estos temas, toca hablar de la película en sí. Claramente esta dirigida al público que busca emociones fuertes, un punto claustrofóbicas. Sentir en las propias carnes la desesperada lucha por la supervivencia ante un enemigo muy letal.
Sin llegar a la altura de los clásicos que menciono en el título, sí reúne algunos elementos de los tres: la soledad ante un virus o criatura parasitaria, que apenas se muestra; el siniestro, por desconocido, fondo abisal, una investigación científica como punto de partida.
Aunque no es el principal motivo de la tripulación pesquera, el capitán accede a incorporar a una joven científica a bordo para que observe las capturas, en busca de posibles anomalías, y haga una inmersión. Todo está preparado para varios días en altamar. Todo, salvo un pequeño detalle. La invitada es pelirroja, algo que a los supersticiosos marinos les cuesta asumir.
Este es el primer tema a los que me refería. Las supersticiones, ¿tienen una base real? ¿Por haber embarcado a una persona pelirroja, se desata el ataque de la temible criatura, o es, como dice la científica, una mera casualidad que no causalidad?
Hay supersticiones infundadas, como la de vestir de amarillo sobre un escenario teatral por la supuesta muerte del autor y actor francés, Molière, (París, 1622-1673), mientras interpretaba El enfermo imaginario. En realidad, para interpretar el papel del hipocondriaco Argán (protagonista de la obra), iba vestido con un traje de color amaranto (rojo tirando a granate).
Otras supersticiones son más para prevenir accidentes, como la de no pasar por debajo de escaleras. Sobre todo, si éstas son poco estables.
El siguiente tema es la soledad, y cómo puede afectarnos. Lo que viven muchos marinos, la llamada “fiebre de mar”, es algo a lo que por desgracia muchos han experimentado este extraño 2020 durante el largo confinamiento.
Otro de los temas que trata, aunque sea de pasada, es el dilema entre devolver vivo a su hábitat a la criatura que trata de parasitarnos hasta la muerte, o matarla sin miramientos. Para uno de los marinos, hay que exterminarla. La científica, sin embargo, señala que solo trata, como nosotros, de sobrevivir. Una delgada línea entre la moral y la supervivencia, la eterna lucha con los animales, como bien saben los pastores.
Por último, el tema central de la película, la criatura que deposita en el barco las larvas infecciosas, podría perfectamente ser real. Primero, desconocemos mucho del fondo marino, y por desgracia, al paso que vamos, no nos va a dar tiempo a conocerlo en su esplendor antes de que desaparezca.
Y segundo, con el cambio climático, muchas criaturas, quizá algunas de ellas letales para nosotros, están emergiendo de las profundidades en busca de alimentos o nuevos hábitats. Un desastre que también puede suceder con el deshielo de los polos. No olvidemos que la comunidad científica ya está advirtiendo de los muchos virus que se hayan encerrados en los inmensos bloques de hielo que, cada vez más, se van desfragmentando. Flotando a la deriva y soltando peligrosas bacterias.
En definitiva, Contagio en Altamar es, al menos para mí, un mero divertimento, con una realización efectiva, aunque sin destacar y sin llegar a la espectacularidad de Tormenta perfecta (The Perfect Storm), por todo lo que estamos ya costumbrados a ver en películas como la citada, series y videojuegos. Lástima que, al indagar en las profundidades marinas, se dejen algo de profundidad narrativa en los personajes, para empatizar un poco más con ellos. Eso sí, insisto en que, además de ser un divertimento, tiene una llamada de atención. Algo que siempre es importante recordar.
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