Una música por la libertad. Una arriesgada operación encubierta. Un desgarrador thriller por desgracia muy real. Romper un tabú y una red que convertía a niños en esclavos sexuales. Todo esto es Sound of freedom, una película de Alejandro Monteverde y que ha sido posible gracias al encomiable gesto de Mel Gibson para completar la financiación.
Su participación se debe a la profunda conversión que tuvo, junto a Jim Caviezel (protagonista de este film junto a Mira Sorvino y Bill Camp, además de los niños Cristal Aparicio y Lucas Ávila), desde que ambos trabajaran juntos en La pasión de Cristo.
El trio de conversos lo cierra Eduardo Verástegui, productor que también tiene un papel en Sound of Freedom.
Los tres, artífices de esta épica película que narra, acertadamente dejando fuera de plano lo más sórdido (pero no por ello ocultándolo), quedaron impactados por la operación que aun sigue abierta y parece ser que pronto se conocerán más detalles.
De momento nos deja la friolera de que una potencia como Estados Unidos es donde más se abusan sexualmente de estos niños, secuestrados mediante engaños o de forma violenta en países con extrema pobreza, casi “estados fallidos”. En este caso, Honduras. Ahí tiene lugar el secuestro de Rocío, una niña que persigue el sueño de ser modelo, y su hermano pequeño Miguel. Engañado su padre, les deja en manos de una supuesta modelo que les va a realizar una sesión fotográfica.
A partir de ahí, el infierno se desata y Jim Caviezel, representando al verdadero agente estadounidense Tim Ballard, se juega su carrera y su vida por liberar a los dos niños (junto a los demás cautivos) y desmantelar la infame red criminal. Una operación que se inició contrarreloj por la organización Operation Underground Railroad (OUR), fundada por Tim Ballard.
El ser padre es el verdadero motivo que le empuja a ello, valientemente. Sin mirar atrás, asumiendo incluso el riesgo de penetrar en la jungla colombiana (país junto a Estados Unidos gracias al cual toda la operación termina siendo un éxito) donde se escondía la guerrilla de las FARC. Porque además de droga, también tenían niños esclavizados.
Si Colombia permitió a Tim Ballard trabajar, brindándole apoyo policial y logístico, los Estados Unidos iniciaron la cruzada dentro y fuera de sus fronteras contra esta lacra. Resultó una operación donde Tim Ballard tuvo que infiltrarse en la organización y en la guerrilla, asumiendo un papel duro. Un descenso a los infiernos de la depravación más inhumana, atroz y salvaje que hay. El romper la infancia de un niño (ya sea convirtiéndole en placer sexual o en niño soldado) es merecedor de un encierro en la cárcel más inhóspita que exista, de por vida.
Afortunadamente, este film, rompe un tabú del que, como los suicidios o el acoso escolar (algo de lo que habla Close, otro vibrante filme, aunque menos mazazo en nuestras conciencias que Sound of Freedom).
Un tabú cuya sordidez y la posible implicación o encubrimiento de importantes personalidades ha permanecido casi hasta ahora soterrado. Eso, y el anonimato en Internet.
Un anonimato bueno para ciertas cosas, como destapar crímenes, pero sin duda perverso para otras.
Sound of Freedom, un fenómeno mundial que llega el próximo 11 de octubre a nuestras salas, sin duda nos hará reflexionar, sufrir y emocionarnos. Su música, su vitalidad y las desgarradoras miradas de los niños, tornándose alegres cuando son liberados permanecerán largo tiempo, casi imborrables, en nuestra memoria.
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