Tardes de soledad es, en parte, una oda al valor del torero enfrentándose, cara a cara y en soledad, con el toro. Nos enseña, como pocas veces se ha hecho, los rituales del torero antes de salir a la arena. Su fe ciega, su seguridad y confianza.
En este caso es una demostración de valor y aproximación al toro como pocos toreros. Viendo este documental intimista, con muy primeros planos en la figura de Andrés Roca Rey, se puede decir que este joven maestro hace arte.
Pero también muestra la brutalidad, la parte cruda del toreo. La muerte de un noble animal, al que sin duda el buen torero respeta y admira, pero que no deja de ser un ejemplo más de nuestra naturaleza violenta como ser humano.
Una poética contradicción es lo que nos muestra Albert Serra con Tardes de Soledad, un documental premiado en San Sebastián y aclamado entre la crítica.
En cierto modo, el torero solo es comparable con el piloto de motociclismo. Piloto, moto y pista. Con lluvia, viento, exceso de calor barro…Solos piloto y torero, aunque tengan su equipo de mecánicos, cuadrillas en este caso, asistentes y managers detrás. Puede que le hablen antes, durante (con señales) y después al piloto o al torero, pero al final son ellos los que hacen el arte, los que hacen vibrar a los espectadores en cada corrida o carrera.
Para alcanzar el sobresaliente al buen trabajo de Albert Serra, las impresionantes imágenes, casi todas en primerísimos planos de Andrés Roca Rey, podrían haber sido acompañadas de material o comentarios sobre la trayectoria del genial y jovencísimo protagonista. Quizá provocando algún diálogo o recuerdos sobre su vida, aprovechando esos momentos con su cuadrilla en el minibús con los que comparten sensaciones mientras oímos como le aclaman fuera, o dejándonos ver de alguna manera imágenes de su vida y carrera. Sin duda creo que hubieran puesto la guinda a Tardes de Soledad, que merece verse en pantalla grande.
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