Tatami es ficción, pero, como bien dicen los directores (el israelí Guy Nattiv y la iraní Zar Amir Ebrahimi, que a su vez es co-protagonista de la historia), podría perfectamente ser una historia real.

En cualquier caso, resume muy bien las vivencias de muchos atletas de élite que tienen que sacrificarlo todo para no competir bajo (y huir de) un régimen tiránico, fanáticos e inmisericordes.

Para Guy Nattiv << «ha sido un gran honor trabajar con estas verdaderas fuerzas creativas de la naturaleza -Zar, Arienne y Elham- para sacar a la luz esta importante historia. Para nosotros no es sólo una película: es una declaración creativa al mundo entero mientras miles de iraníes inocentes pagan con sus vidas el precio de la libertad>>.

Zar Amir Ebrahimi resalta la ejemplar y fructífera colaboración con su colega israelí. <<La historia que contamos en este film es la historia de demasiadas atletas iraníes que han perdido oportunidades de toda una vida, a veces obligadas a abandonar su país y a sus seres queridos por culpa del conflicto entre sistemas y gobiernos. Queremos que esta colaboración artística y cinematográfica entre Guy y yo sea un homenaje hacia ellas, más allá de los delirios del odio ciego y la destrucción mutua>>.

El blanco y negro en el que está acertadamente rodado el filme, además, resalta esa pátina documental. Porque, por más que estemos acostumbrados al color,, el blanco y negro sigue imponiendo seriedad, dramatismo y un realismo difícil de igual por el color, quizá para evitar distracciones lumínicas o por la cantidad de documentos gráficos que guardan hazañas  y hechos memorables para la Humanidad.

En este caso, el largometraje trata sobre la fuerte y larga  relación de confianza entre la judoka Leila (Arienne Mandi) y su entrenadora Maryam (Zar Amir Ebrahimi), una ex judoka retirada sin llegar a culminar una exitosa carrera, viajan al Campeonato Mundial de Judo con la intención de traer a casa la primera medalla de oro para Irán. A mitad de la competición, dicha relación empieza a resquebrajarse cuando reciben un ultimátum de la República Islámica que exige a Leila fingir una lesión y perder. Todo para evitar enfrentarse a la judoka israelí, amiga de Leila. Este combate supondría reconocer al estado de Israel, impensable para el fanático  gobierno de Irán. Con su libertad y la de su familia en juego, Leila se enfrenta a una decisión imposible: fingir una lesión y obedecer al régimen iraní, como le implora Maryam, o desafiar a ambos y seguir luchando por el oro.

Ambas, Leila y Maryam, tienen su humanismo y buenas razones para tomar la decisión que toman, aunque ninguna, sobre todo Maryam, tiene del todo las cosas claras.

En un trepidante montaje entre los asaltos sobre el tatami (como experto marcial, aunque practique otra disciplina, doy fe que las técnicas y actitudes están muy bien ensayadas y ejecutadas) y lo que sucede en los hogares de Leila y Maryam en Irán, se plasma toda la tensión y nervios. No solo de la competición, sino de la lucha por la supervivencia. Una lucha que se ve reforzada por la Federación Mundial de Judo,  que como no podía ser de otra manera sale en defensa de Leila, si bien la Federación Iraní tampoco se queda quieta.

Por todo esto, Tatami, que ya causó sensación en el Festival de Venecia, es una muy buena recomendación para ver en cines desde este viernes (no podía venir mejor su estreno en plena escalada bélica en Oriente Próximo), escapando del calor, gracias a Vértigo Films. Para nosotros, sin duda es una de las películas candidatas a entrar en el Top 5 del 2024.

@EduVicu

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