Las convulsiones no parecen abandonar a los spin-offs que Disney introdujo en el plan estratégico diseñado para la franquicia Star Wars, de cara a maximizar el retorno de la inversión acometida con la compra de los derechos a George Lucas y para dar a los aficionados su ración anual del universo galáctico por excelencia. Tras la muy reivindicable Rogue One (http://beat4people.com/index.php/2016/12/19/rebelion-y-fango/), llega la segunda producción paralela a la nueva trilogía, centrada en la figura del joven Han Solo.

Y, por si bucear en los orígenes de un personaje tan fuertemente asociado a la bravuconería y ademanes socarrones de Harrison Ford desde otro actor no fuera ya suficientemente complejo de base, las discrepancias creativas entre los directores (Phil Lord y Chris Miller, firmantes de la fantástica Lego: The Movie) y el poderoso binomio Disney-Kasdan (Lawrence y su hijo Jonathan, guionistas del film) derivó en drásticos e imparables cambios en la silla de realización: el veterano Ron Howard tomaba el mando, dispuesto a transformar la película desde su experiencia contrastada en el cine de aventuras (que se remonta a 30 años atrás, fecha de estreno de todo un clásico como Willow).

Solo: a Star Wars Story (70% rodado desde cero por Howard, 30% rescatado del trabajo anterior de Lord y Miller, según se cuenta tras las bambalinas de producción) es una obra de aventuras académica en su factura, con un buen guión alejado de la sorpresa pero intachable en su armazón, que nos acerca a un lado más desconocido del universo surgido de la mente de Lucas.

Uno en el que la fuerza y los Jedis brillan por su ausencia.

Aquí reinan rufianes y rateros en los tugurios más lúgubres y menos recomendables de la galaxia, agujeros infames por los que se mueven como peces en el agua Alden Ehrenreich, Woody Harrelson (que mantiene el alto nivel interpretativo del tramo actual de su carrera), Emilia Clarke (femme fatale que presenta en ciertos tramos actitudes y estética más propias del cine noir), la androide activista L3-37 y un Donald Glover que desborda personalidad en su magnético Lando Calrissian, el secundario roba planos de la obra. Pero en Ehrenreich, uno de los focos aglutinadores de polémica de la película, quiere centrarse el que escribe.

Muy injusta ha sido buena parte de crítica y público con el trabajo del intérprete californiano, siempre con el Solo de Ford como ariete vestido de argumento irrefutable, cuando la obra, enarbolando una admirable coherencia interna, dibuja a un Han más soñador e inocente. La coherencia en este punto es evidente, teniendo en cuenta que nos encontramos ante un perfil distinto al del personaje de la trilogía de los 70 y 80, mucho más curtido y ajado por aventuras, derrotas y decepciones. El nacimiento de una amistad con Chewacca edificada desde la lealtad más pura, otro de los grandes momentos del film, emocionará a los veteranos de la saga tanto como los guiños varios ocultos en diálogos y escenas.




Un western moderno, cuya naturaleza se muestra desatada en tramos tan memorables como el del asalto al tren, con personajes bien escritos (al extremo de empatizar incluso con los que nos abandonarán temprano en la trama) incluyendo a un villano sorprendente en la figura de Enfys Nest. De nuevo salimos enormemente satisfechos de un spin-off galáctico, y esperando con ilusión los que vendrán.

@Juanlu_num7

 

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