04 de junio 2019

  Arrancamos esta bitácora del Festival de Cine Alemán 2019 con la película que esta tarde, a las 20.30h, inaugura esta edición del festival. Se trata de un film histórico sobre la alemania dividida en clave musical, ya que versa sobre un mito del rock germano (Gerhard “Gundi” Gundermann). Gundermann, del director Andreas Dresen, responsable de la entrañable película de la sesión infantil del 2017 (Timm Thaler o el niño que vendió su risa).

  Con un estilo entre el documental y el vídeoclip, «Gundermann» es una reflexión y una autocrítica del rockero y activista político que trató de exorcizar los excesos cometidos durante su colaboración, como tantos otros alemanes del este, en la Stasi. Sin duda, Andreas Dresen nos deja muy buen sabor de boca nuevamente en este festival, en esta ocasión con un tono más adulto, y rockero, con muy buen ritmo. En definitiva, muy recomendable esta «canción poética», esta mirada nostálgica y reflexiva hacia el pasado que acertadamente abre el Festival de Cine Alemán 2019, con segundo pase el sábado 08 de junio a las 19:30 horas. Habrá que seguir de cerca Dresen.

05 de junio 2019

  Empezaba la maratoniana tarde con Autocrítica de un perro burgués, una de las películas del ciclo «Artificios» (las sesiones más experimentales del Festival Alemán, que este año versan sobre «cómo crear y no morir en el intento»).

  Esta película con la que se graduó Julian Radlmaier, navega entre la justificación y la reflexión sobre el comunismo, el socialismo y el anarquismo. En un  entorno que bien podía ser el de Rebelión en la Granja, (George Orwell), el protagonista, un desesperado cineasta que se ve obligado a aceptar un trabajo como recolector de manzanas, en una serie de aventuras, a veces disparatadas y otras arriesgadas, que le llevan a inspirarse para sacar adelante una película que le llevará ni más ni menos al Festival de Venecia: «Buscando la felicidad».

  Dentro del nivel experimental, resulta interesante porque, sin contar con grandes medios, consigue una narrativa fluida, hilvanando una historia que, si bien en ocasiones desconcierta, logra atrapar al espectador.




  La segunda película, también dentro del ciclo Artificios, ha sido Belleza y Evanescencia. En palabras de su directora, Annekatrin Hendel, con esta obra buscaba reflejar el Berlín de antes. Su vida y su arte, antes de que el capitalismo y la galopante centrificación lo empezaran a masificar.

  Para los estudiantes de Bellas Artes y, sobre todo fotografía, resulta un documental interesante, por cómo nos muestra a través de fotografías y recuerdos de sus protagonistas (Sven Marquardt, Robert Paris y Dominique Hollenstein «Dome»), «ese otro Berlín, bohemio, salvaje y menos conocido». Moda, vida nocturna y punk de los años 80 o las calles desiertas y puertas cerradas del Berlín Este… Un recorrido nostálgico en el que los protagonistas tratan de sobrevivir, en busca de ese «anhelo de individualismo y la no convencionalidad».

  Cerró la triple sesión vespertina el thriller El final de la verdad.  Philipp Leinemann nos deja un filme que merece entrar en el olimpo del género, cambiando el enfrentamiento entre estadounidenses y soviéticos. Cargado de drama familiar y tensiones políticas, narra sin paños calientes la trastienda del servicio secreto alemán, (aunque bien podría ser de otro país occidental), y los intereses gubernamentales en proveer de armas a dictaduras de una región, por desgracia, en casi perpetuo conflicto, (Asia central). Un golpe a nuestras conciencias, en la relativa calma de nuestras vidas limitada a una minúscula región del planeta Tierra que muchas veces no nos deja ver más allá ni conocer el verdadero sufrimiento o el riesgo al que se exponen quienes nos defienden de causas que, en muchas ocasiones, nuestros representantes (o grandes empresarios) terminan por provocar, directa o indirectamente.

  Si a la buena dirección de Leinemann, quien también firma un trepidante guion, le unimos una fotografía cruda y sumamente realista de Christian Stangassinger y, casi lo más importante, un reparto muy convincente y sobrio, encabezado por Ronald Zehrfeld, tenemos una de las candidatas al Premio del Público de esta edición. Cabe rerecordar que, entre los que participen con su voto para este premio, se sortearán cuatro suscripciones de seis meses a  Filmin.

  Sí otra gran película de esta edición, Gundermann, abría la 21ª edición del Festival de Cine Alemán, El final de la verdad tiene el honor de ser una de las dos películas que lo cierren, en su segundo pase, el domingo a las 19:00 horas.

 

06 de junio 2019

  La jornada ha empezado pronto, a las 10:00h, y con un público exigente que sabe bien lo que quiere, cuándo y cómo lo quiere ver. Por ello, el público infantil (y juvenil) es cada vez más ansiado pero complejo de fidelizar por parte de todos los actores (productores, exhibidores, distribuidores) del séptimo arte.

  Jim Botón (y Lucas el Maquinista) era la pieza seleccionada para la sesión infantil de este año. Precedida de un fantasioso corto sobre una entrañable anciana que pierde el miedo a nadar, descubriendo un sinfín de criaturas marinas, la adaptación de uno de los más internacionales y grandes autores germanos, Michael Ende,nos envuelve en una épica fantástica que recuerda a su inmortal Historia Interminable y, a ratos, incluso a la más reflexiva Momo. Hasta la fecha, (al menos desde que soy un asiduo espectador al festival hace cuatro años), se trata de la película más fantástica de todas.

  Divertida, heroica, tierna… tiene todos los ingredientes para gustar. Prueba de ello son los aplausos y risas que en más de una ocasión ha arrancado a la abarrotada sala de escolares, agradecidos de escapar una mañana de las cuatro paredes del aula. Sin embargo, le ha faltado a esta primera entrega de los dos intrépidos maquinistas un toque (tanto en la narrativa como en el aspecto visual) algo más atrevido, vanguardista, siguiendo el estilo de los videojuegos de rol. Confiemos que en la segunda entrega, (ya en fase de rodaje en Ciudad del Cabo, Jim Botón y los 13 Salvajes, según un mensaje grabado del director, Dennis Gansel, para presentar la película en Madrid), acierte para completar con éxito lo que ya de por sí es un film muy recomendable. Una vez más, los responsables del Festival Alemán siguen sin fallar en cuanto a la selección de películas infantiles, arrancando risas, aplausos y rejuveneciendo a todo adulto que se deje adentrar en estas fantásticas aventuras.

   Ya espero con ansias verla en la 22ª edición del Festival Alemán, saber algo más sobre Lummerland, sus estrafalarios habitantes pero, sobre todo, los orígenes de Jim.

 La tarde nos trae tres películas variadas. La primera, Adam y Evelyn.

  Sin exceso de ambición, ni novedades en cuanto a datos o sucesos históricos, Adam y Evelyn no deja de ser un interesante filme retrospectivo, sobre los últimos días del Muro de Berlín, y el éxodo de los ciudadanos de Berlín este a Hungría.

  A través del devenir de una joven pareja, sus conflictos y anhelos vitales (Eveleyn con ansias de irse y expandir sus horizontes, Adam más conformista y no tan convencido que todo irá a mejor), Andreas Goldstein (director y coguionista junto a Jakobine Motz) nos invita a un road trip entre la historia y la psicología humana en una película que va de menos a más.

 

 Luego vino una agradable sorpresa, Este niño necesita aire fresco.

  Que la risa es el mejor antídoto contra las desgracias es una verdad que imagino muy pocos desconocen a estas alturas. Casi todos los cómicos han tenido una infancia y juventud dura, o han pasado algún momento duro en alguna etapa de su vida.

  A lo largo del filme, con mucho tacto y sensibilidad, Ruth Toma, y la directora, Caroline Link, se nos va narrando a modo de flashback y voz en off, sin abusar en exceso de este manido recurso, la infancia de uno de los mejores humoristas alemanes, Hape Kerkeling (Hans Peter).

  Las emociones afloran a lo largo de todo el filme, sobre todo con la muerte primero de su abuela materna, quien en su lecho de muerte le confiesa que llegará a ser famoso, y luego de su madre, a la que hacía reír sin parar, incluso con las situaciones más  duras.

  Hape Kerkeling ya despuntaba en las reuniones familiares y en las obras de colegio, en las que, para sorpresa y agrado de profesores, público y compañeros, improvisaba sin parar y sin rubor alguno.

  Junto con Gundermann y El Final de la Verdad, es una obra candidata al Premio del Público. No sabría apostar cuál será la ganadora, y eso que aun quedan unas cuantas por saborear en uno de los pocos históricos cines de la Gran Vía madrileña que quedan en pie.

 

  Cerramos esta tercera jornada con un largometraje a caballo entre el drama familiar,tensión romántica (la famosa tensión sexual no resuelta, o no del todo en este caso) con la ciencia ficción y aventuras a lo Robinson Crusoe del siglo XXI. Hablamos de En mi habitación, (cuyo título en inglés, In my room -traducible por «en mi espacio»- quizá tiene algo más de sentido).

  Una combinación lograda, con buen nivel de producción, montaje fluido, casi invisible y una narrativa que mantiene al espectador atento e inquieto en todo momento, llegando incluso a provocar cierta reflexión en algunas secuencias.

  Cabe destacar, a parte de la ambientación visual y sonora, el trabajo actoral de los dos protagonistas,  Hans Löw y Elena Radonicich, que están, con la excepción de varios animales, solos durante buena parte del filme. Sobre todo Löw. Y poco más puedo decir para no dar más pistas de por dónde transcurre la trama, para los que queráis descubrirla el viernes 7 de junio a las 19:30 horas. O dentro del circuito comercial de salas de cine, si por fortuna es una de las que llegan a España en un futuro próximo. Sin llegar a incluirla como candidata al Premio del Público 2019, sí es de las que dejan buen sabor de boca.

 

07 de junio 2019

  Iniciamos la sesión del viernes tarde con La pareja perfecta. Sin aportar novedades al subgénero del thriller (obsesión por venganza -tras una violación, más concretamente-), este filme está bien dirigido, con buen ritmo y unas actuaciones sobrias, creíbles, con algún toque de humor incluso.

  El director y guionista de esta película, Sven Taddicken, demuestra aquí por qué ha recibido numerosos premios por sus cortometrajes, incluido un Oscar de los estudiantes en el 2000 y una beca Caligari. A los amantes del género les gustará La pareja perfecta, quizá porque demuestra que un duro trauma solo se supera con una terapia de choque, donde la venganza «contra el perpetuador», (aunque no surja de un inicio tras la traumática experiencia (y es ahí donde radica el posible giro de tuerca al manido subgénero), y desquitarse con un ataque de risa y furia desatada es la única forma de superarlo.

  Si su segunda película, La suerte de Emma, se exhibió por toda Europa (siendo galardonada en varios festivales), La pareja perfecta es posible que también llegue a varios circuitos europeos. Es otro de los directores a los que merece la pena seguirle los pasos, o, mejor dicho, la mirada. Tiene madera para depararnos una obra que nos sorprenda y puede que hasta nos haga vibrar en futuras ediciones del Festival de Cine Alemán.

  La segunda película, Cleo, es una joya de las que raramente se encuentran en las salas de cine. Emoción a raudales, fantasía, aventura…. . un viaje por el Berlín mágico es lo que nos proponen el director, Erik Schmitt (quien firma el guion junto a Stefanie Ren) y la protagonista, Cleo, (Marleen Lohse, muy involucrada en el proyecto desde sus inicios). Ninguno de los dos es berlinés de pura cepa, pero llevan viviendo mucho ahí y enseguida les cautivó sus recovecos ocultos con grandes secretos históricos.

  Eso, y la necesidad (deseo imposible, más bien)de volver al pasado para tratar de evitar un hecho traumático del propio Schmitt es lo que inspiró el filme. Al final, tras rodar, muchas veces plan guerrilla por la dificultad de pedir permisos para ciertos sitios subterráneos, y mucho efecto visual espléndidamente integrado, nos trae al festival una obra que hará las delicias al que se acerque a las salas españolas el próximo mes de julio, cuando está previsto su estreno comercial en España. Una fábula muy especial sobre lo que de verdad importa: ver la vida a través de su pasado, pero vivir y cuidar el presente y futuro.

  Culminó el día con Enzeit (El final de los tiempos), un film con el que Carolina Hellsgard y la guionista Olivia Vieweg dan una vuelta de tuerca más al género zombie. Plantaeado como una postapocalípitica y reflexiva cinta sobre la plaga que el ser humano empieza a ser para la Tierra, y la posibilidad de que una ¿evolutiva? especie entre vegetal y humana tome el control, es una obra muy bien ambientada pero que pierde ritmo en ocasiones por exceso de filosofar. Eso sí, resultó un buen homenaje, a mi gusto, a Chicho Ibáñez Serrador, tristemente fallecido ayer. Fue una de esas raras casualidades enterarme minutos antes de entrar a ver esta película, ya que sin duda era un maestro del terror. Y este filme combina perfectamente, lo que angustia más, idílicos paisajes y elementos naturales con una de las ancestrales pesadillas del ser humano: los zombies o «no muertos».

 

Despedida y cierre a la 21ª edición del Festival de Cine Alemán 2019

  Con buen sabor de boca cierro este diario de sesiones, ya esperando los visionados del año que viene pero también de ver que algunas de las películas aquí mencionadas, y las que por incompatibilidad de horarios no pude ver) lleguen a nuestras salas a nivel comercial. Algunas, como Cleo y Este niño necesita aire fresco, el próximo mes de julio, están por fortuna ya cerradas, otras, nos aseguran desde el departamento de prensa, en trámites. Esperemos que muchas distribuidoras de cine más independiente se animen a traernos el cine europeo, más allá del francés y el italiano.

 Otro detalle reseñable del festival, además de la gran acogida por parte del público (mañana se publican las cifras oficiales) -convirtiendo cada edición en un evento relevante- es la importancia que le dan al cortometraje. No solo le dedican una sesión, como hacen con las películas y documentales de corte experimentales (este año dedicado a los artistas de distinta índole y época), sino que en algunas películas -podrían hacerlo en todas- incorporan antes un cortometraje, bien de animación o de con actores de carne y hueso. Es algo de agradecer, ya que los buenos sin duda son una excelente carta de presentación de actores, directores, guionistas y demás equipo técnico ante la industria audiovisual y el público. Precisamente, antes de Cleo (una de mis favoritas, junto a Este niño necesita aire fresco y El final de la verdad) nos deleitaron con Dario, el Billy Elliot colombiano, un valiente y sentido cortometraje, a la par que dignamente realizado y bien interpretado.

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